Margarida

Salirse de la norma, de los estándares admitidos por esta sociedad, no es fácil. Vivimos rodeados de etiquetas, desde el mismo momento en el que nacemos tenemos ya nuestra caja preparada y cualquier intento de salir de ahí puede llegar a ser traumático. Constantemente somos juzgados por nuestra forma de vestir, de sentir, de amar, de expresarnos. Lo vivimos desde pequeños con el acoso de nuestros compañeros por cualquier motivo ya sea la apariencia física, la timidez, el ser bueno en los estudios... cualquier excusa es válida para menospreciar y hacer el vacío a alguien. Ser uno mismo no es fácil y es más complicado cuando te sales completamente de la norma.

El 28 de julio de 1460, en la plaza del Mercado de Valencia se ejecutó a una persona. Se llamaba así misma Margarida Borrás, aunque su nombre de nacimiento era Miguel. Su delito: sentirse mujer.

Margarida fue ejecutada y olvidada durante siglos. Su nombre desapareció hundiéndose como una gota de sangre en el mar, pero resurge con más fuerza que nunca para pertenecer ahora a un nuevo ser, Miguel. Margarida se presenta como un diálogo a través de los tiempos, un diálogo entre el pasado y el presente, entre el dolor y el éxtasis, entre el llanto y la sonrisa.