Adrenalia: el país de las emociones fuertes
Necesito ponerme a trepar con sentido arácnido por las fachadas como Peter Parker.
Me encantan las películas de Superhéroes. Los superpoderes, los malos malísimos, los mundos imaginarios y la ciencia ficción en general. Me encanta dejarme llevar durante esos minutos mágicos del final de la peli; cuando sales de la oscuridad de la sala y te deslumbra la luz exterior, ese breve instante en el que sigues creyendo que puedes volar, atravesar paredes o leer la mente y que eres la única esperanza para salvar el mundo. Debe ser el subidón de adrenalina, el azúcar de la Coca-Cola y la sal de las palomitas, pero hay un antes y un después al ver una peli de Superhéroes, y el después es indudablemente mejor.
Recuerdo perfectamente el día que fui a ver Avatar al cine. Salí de la sala queriendo ser un Avatar como Neytiri. Tardé unas horas en digerir toda esa explosión de naturaleza salvaje y ese universo maravilloso de seres puros e incorruptibles, altos, fuertes, de grandes ojos amarillos, cola mágica y piel azul.
Pues así me imagino que debe ser Adrenalia: un lugar salvaje donde todos los habitantes son altos y fuertes; donde la lógica temporal no es lineal como nosotros la entendemos, porque un día para ellos es un año para el resto de los mortales; donde pasan del frío al calor más extremo y son capaces de soportar cualquier inclemencia metereológica sin pestañear.
Imagino que en Adrenalia vive gente como Jesús Calleja, Ethan Hunt, James Bond o Tarzán. Seguramente coexisten en dimensiones paralelas de la historia (lo mejor de la ciencia ficción es que puedes petarte toda la lógica espacio-tiempo y nadie lo discute).
En Adrenalia todas las casas están perfectamente equipadas para la aventura, siendo habitual contar con rocódromo en el patio, sala de entrenamiento en el recibidor, piscina de olas y cascada interior.
A medida que me lo imagino me voy viniendo arriba, ahora mismo me siento muy de Adrenalia, de los de Adrenalia de toda la vida, y necesito salir a dar vueltas a la manzana y ponerme a trepar y a saltar con sentido arácnido por las fachadas como Peter Parker. Y tú, ¿cómo te imaginas tu país ideal?
