Los asientos de los aviones están llenos de historias. Historias que cruzan continentes en tiempo récord (a veces con algún retraso) para seguir existiendo más allá de dónde nacieron. 

Hoy, mientras vuelo hacia Uganda, me acompaña una historia diferente. Quizás por eso no siento la tranquilidad y alegría que me invaden cuando comienzo un viaje de  dos o tres semanas. Hoy es todo mucho más intenso. Porque me voy sin saber cuándo volveré. Habiéndolo dejado todo para dedicarme a viajar y fotografiar los rincones más bellos del planeta.

Una aventura que me emociona. Me hace sentir vivo. Y que me asusta al mismo tiempo.

Uganda

Cuando aprendí que los años pasan cada vez más rápido y que la vida es más frágil de lo que parece, me di cuenta que no podía posponer más este sueño. Porque para mí viajar y estar en contacto con la naturaleza es sinónimo de vida. Es estar presente. Reaprendiendo. Fascinándome de nuevo. Comprobando que el mundo es mucho más bello de lo que a veces parece.

Empiezo este largo viaje por el sudeste de África. Un territorio salvaje, que todavía no conozco. Me imagino cruzando la mirada con un gorila de montaña y ya se me eriza de piel. Igual que cuando pienso en que quizás podré ver un grupo perros salvajes entre el Delta del Okavango, fotografiar al lémur más grande de Madagascar o nadar entre las ballenas jorobadas que, desde la Antártida, llegan hasta Isla Reunión a reproducirse.

Uganda

Y cuando sueño todavía más, pienso en dónde me llevarán las siguientes etapas de este recorrido. Puede que llegue a caminar entre los ocho miles del Himalaya, que me embarque en una expedición a la Antártida o que me adentre en la selva en busca de los elefantes asiáticos.

Es esta ilusión la que me ha llevado a dar el salto. A atreverme a perseguir mi pasión. Aun sabiendo que habrá momentos difíciles, que probablemente habrá días en los que las dudas me asalten y que tenga que enfrentarme a mis miedos.

Necesitaba empezar este viaje para empezar a vivir en presente. Para encontrarme en un entorno nuevo, con los sentidos alerta. Lejos de la rutina que acelera el tiempo y me hacía sentir menos vivo.

Volando hacia Uganda estoy donde quería estar. Ahora tengo que construir mi sueño. Demostrarme que puedo. Y disfrutarlo.

Seguiré compartiendo aquí los pasos de mi aventura para los que queráis acompañarme. Primera parada: Uganda.