Te propongo un reto: despegarte de tu zona de confort durante dos semanas y hacer por fin ese ansiado viaje que te cambie. Pero no serán los cocoteros y las playas lo que te permitirá hacerlo, sino las personas que conozcas y tu capacidad para ver hasta dónde puedes llegar interactuando con el mundo. ¿No te lo crees? Deja que te cuente cómo va a ser.

La primera prueba de esta búsqueda de tu mejor “yo” llegará cuando la persona que viaje delante de ti en el avión recline demasiado su asiento. Y tú, que siempre te callas las cosas, le pedirás al señor si puede hacerse hacia delante cuando ya sientas que te ahogas. Primera acción de tu mejor yo: expresar tu derecho a estirar las piernas durante un vuelo de ocho horas.

Mientras aterrices en ese nuevo destino, un lugar con muchas palmeras, quizás una isla del Caribe, te preguntarás si tu madre habrá podido dormir pensando que viajabas a un lugar desconocido lleno de peligro, drogas y todas las cosas que dicen en los telediarios y que no siempre reflejan la esencia de un país. También pensarás si en tu trabajo habrán sobrevivido sin ti, si alguien te echará de menos. Al abandonar el avión volverás a comprobar que llevas en regla todos tus papeles, ¿ves como eres la persona ordenada que todo el mundo desconocía hasta ahora? Pero también te confías fácilmente, y por ese motivo el chófer del taxi que contrates te hará una visita que no habrás pagado pero que tendrá algo de excitante: por primera vez en mucho tiempo sentirás que te desvías de todo lo establecido.

Una publicación compartida de Justine Bui (@just38) el

No te ducharás al llegar a tu alojamiento y dormirás como nunca antes en la segunda litera de una habitación de hostel donde también habrá ingleses y canadienses con los que no te atreverás a interactuar demasiado porque no creerás que tu inglés sea bueno, porque aún le tendrás miedo al mundo y no aceptarás que has podido hacerlo.

Redoble de tambores

Comenzará tu aventura, y en ella conocerás a muchas personas, las mismas que te harán ver a ese otro yo que aún desconocías. La primera será el típico local que no se negará a que le invites a una cerveza y que hacia el final te dirá si quieres ir a ver pájaros tropicales con la empresa de su cuñado. Pero tendrás la personalidad suficiente para decirle que de momento NO, gracias. Eres una persona confiada, pero ya no tanto.

Después, otro local te invitará a probarte una blusa de colores, aunque en un primer momento no te atreverás, porque siempre vas de traje y no te decides a ponerle color a la vida. Finalmente te lo comprarás, y caminarás por las calles mientras suena Here comes the sun de fondo. También te adentrarás en bares secretos a escribir ( algo que nunca hiciste por gusto), tomarás un cocktail a las doce de la mañana de un miércoles y el mundo seguirá siendo igual, incluso mejor.

Pero no todo serán alegrías en esta búsqueda existencial, pues tanta emoción te hará tomar un vaso de agua tras andar tres horas bajo 40 grados y te condenará a la peor gastroenteritis de tu vida. Aún así eres fuerte y saldrás adelante, renacerás, volverás a salir a la calle para empaparte de sus gentes, con un entusiasmo que te parecerá hasta raro a pesar de tus pintas de protagonista de Jurassic Park tras cinco horas en el baño.

Escucharás los cuentos de un hombre en una playa, invitarás a un niño a chicles, verás malecones e iglesias de colores y el inglés, ¿que pasa con el inglés? Pues que lo hablas mejor de lo que creías, y a tus compañeros canadienses del hostel les parecerá tan simpático tu acento que te invitarán a salir con ellos. Y así, acabarás haciendo twerking al ritmo del Work de Rihanna en una discoteca en la que tú siempre bailabas como las abuelas en las bodas de sus nietos. No reconocerás a esa bestia que emerge, al huracán de mariposas que destila tu mirada, a la persona a que ves en el espejo de una discoteca de Santo Domingo. ¿O era Jamaica? ¿Quizás La Habana?

Una publicación compartida de Zuretam (@moget) el


No me olvido del amor

Shakespeare dijo una vez que “el viaje termina cuando los amantes se encuentran”, y tú también conocerás a esa persona especial. Será cuando te pida fuego y automáticamente os pongáis a hablar, porque las personas nos volvemos más humanas cuando viajamos y las situaciones que solo existían en las películas de Sandra Bullock se dan con mayor facilidad. “¿Vienes?” y una sonrisa, un paseo cerca del mar y terminarás contándole tus más profundos secretos mientras coméis plátano frito en la barra de un bar.

Al anochecer habrá besos bajo las palmeras, la luna más grande que jamás hayas visto y una brisa que quedará atrapada en algún lugar de tu memoria para la eternidad. Al cabo de los días te dirá que qué haréis, si te vienes a su rancho de Texas y vivís de montar un blog de viajes entre los dos. Y tú dudarás entre sí o no, porque siempre fuiste víctima de muchos doble ticks azules de WhatsApp sin retorno y ahora te sientes diferente.

Una publicación compartida de Pit Marenco (@pitmarenco) el

Puede que te atrevas a descubrir si Blancanieves fue feliz o no en su palacio, que vuelvas a casa y prosigas una vida diferente, pero algo sí está claro: viajarás en un avión sonriente, diferente a la persona que aterrizó dos semanas antes. La misma que se negó durante tanto tiempo a hacer click en su mente, en su vida, en todos los vuelos que fue dejando pasar mientras desconocía la presencia de su mejor versión desperdigada por el mundo.

Sí, te guste o no, este año vas a viajar y conocerás gente maravillosa, incluyendo tu mejor versión.

Solo tienes que aceptarlo.

La primera prueba de esta búsqueda de tu mejor “yo” llegará cuando la persona que viaje delante de ti en el avión recline demasiado su asiento. Y tú, que siempre te callas las cosas, le pedirás al señor si puede hacerse hacia delante cuando ya sientas que te ahogas. Primera acción de tu mejor yo: expresar tu derecho a estirar las piernas durante un vuelo de ocho horas.

Mientras aterrices en ese nuevo destino, un lugar con muchas palmeras, quizás una isla del Caribe, te preguntarás si tu madre habrá podido dormir pensando que viajabas a un lugar desconocido lleno de peligro, drogas y todas las cosas que dicen en los telediarios y que no siempre reflejan la esencia de un país. También pensarás si en tu trabajo habrán sobrevivido sin ti, si alguien te echará de menos. Al abandonar el avión volverás a comprobar que llevas en regla todos tus papeles, ¿ves como eres la persona ordenada que todo el mundo desconocía hasta ahora? Pero también te confías fácilmente, y por ese motivo el chófer del taxi que contrates te hará una visita que no habrás pagado pero que tendrá algo de excitante: por primera vez en mucho tiempo sentirás que te desvías de todo lo establecido.

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No te ducharás al llegar a tu alojamiento y dormirás como nunca antes en la segunda litera de una habitación de hostel donde también habrá ingleses y canadienses con los que no te atreverás a interactuar demasiado porque no creerás que tu inglés sea bueno, porque aún le tendrás miedo al mundo y no aceptarás que has podido hacerlo.

Redoble de tambores

Comenzará tu aventura, y en ella conocerás a muchas personas, las mismas que te harán ver a ese otro yo que aún desconocías. La primera será el típico local que no se negará a que le invites a una cerveza y que hacia el final te dirá si quieres ir a ver pájaros tropicales con la empresa de su cuñado. Pero tendrás la personalidad suficiente para decirle que de momento NO, gracias. Eres una persona confiada, pero ya no tanto.

Después, otro local te invitará a probarte una blusa de colores, aunque en un primer momento no te atreverás, porque siempre vas de traje y no te decides a ponerle color a la vida. Finalmente te lo comprarás, y caminarás por las calles mientras suena Here comes the sun de fondo. También te adentrarás en bares secretos a escribir ( algo que nunca hiciste por gusto), tomarás un cocktail a las doce de la mañana de un miércoles y el mundo seguirá siendo igual, incluso mejor.

Pero no todo serán alegrías en esta búsqueda existencial, pues tanta emoción te hará tomar un vaso de agua tras andar tres horas bajo 40 grados y te condenará a la peor gastroenteritis de tu vida. Aún así eres fuerte y saldrás adelante, renacerás, volverás a salir a la calle para empaparte de sus gentes, con un entusiasmo que te parecerá hasta raro a pesar de tus pintas de protagonista de Jurassic Park tras cinco horas en el baño.

Escucharás los cuentos de un hombre en una playa, invitarás a un niño a chicles, verás malecones e iglesias de colores y el inglés, ¿que pasa con el inglés? Pues que lo hablas mejor de lo que creías, y a tus compañeros canadienses del hostel les parecerá tan simpático tu acento que te invitarán a salir con ellos. Y así, acabarás haciendo twerking al ritmo del Work de Rihanna en una discoteca en la que tú siempre bailabas como las abuelas en las bodas de sus nietos. No reconocerás a esa bestia que emerge, al huracán de mariposas que destila tu mirada, a la persona a que ves en el espejo de una discoteca de Santo Domingo. ¿O era Jamaica? ¿Quizás La Habana?

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No me olvido del amor

Shakespeare dijo una vez que “el viaje termina cuando los amantes se encuentran”, y tú también conocerás a esa persona especial. Será cuando te pida fuego y automáticamente os pongáis a hablar, porque las personas nos volvemos más humanas cuando viajamos y las situaciones que solo existían en las películas de Sandra Bullock se dan con mayor facilidad. “¿Vienes?” y una sonrisa, un paseo cerca del mar y terminarás contándole tus más profundos secretos mientras coméis plátano frito en la barra de un bar.

Al anochecer habrá besos bajo las palmeras, la luna más grande que jamás hayas visto y una brisa que quedará atrapada en algún lugar de tu memoria para la eternidad. Al cabo de los días te dirá que qué haréis, si te vienes a su rancho de Texas y vivís de montar un blog de viajes entre los dos. Y tú dudarás entre sí o no, porque siempre fuiste víctima de muchos doble ticks azules de WhatsApp sin retorno y ahora te sientes diferente.

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Puede que te atrevas a descubrir si Blancanieves fue feliz o no en su palacio, que vuelvas a casa y prosigas una vida diferente, pero algo sí está claro: viajarás en un avión sonriente, diferente a la persona que aterrizó dos semanas antes. La misma que se negó durante tanto tiempo a hacer click en su mente, en su vida, en todos los vuelos que fue dejando pasar mientras desconocía la presencia de su mejor versión desperdigada por el mundo.

Sí, te guste o no, este año vas a viajar y conocerás gente maravillosa, incluyendo tu mejor versión.

Solo tienes que aceptarlo.

mm
Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.