Astronautas
Cuando la superación es estratosférica, la tierra se nos queda pequeña.
Matt Dammon, como un moderno Robinson Crusoe del s.XXI, consigue en la película The Martian (el marciano) transformar una base espacial en una granja de patatas. A ninguna escuela de astronautas del mundo se le ocurriría incluir en su programa de entrenamiento espacial una asignatura sobre cómo plantar patatas en Marte, pero cuando se trata de que al protagonista le vaya la vida en ello, es que ni por un nano-segundo se le pasa por la cabeza lamentarse por no haber cursado una asignatura que ahora le resulta vital.
Toda su energía e ingenio se confabulan para salir adelante. Entonces, la base espacial resulta ser un perfecto invernadero soleado y los restos biológicos (cacas, si lo prefieres) de los compañeros que le abandonaron a su suerte en Marte, son el sustrato perfecto para abonar las patatas que le van a salvar la vida.
El motor de toda esta aventura es la enorme ilusión de Matt por vivir. Esa es la misma ilusión, la de vivir lleno de esperanza, la que les impulsa a otros cuatro astronautas españoles que les han llevado donde soñaban. Se trata de Bernat, Ingrid, Carla y Daniel. Son cuatro jóvenes entre 10 y 15 años en tratamiento onco-hematológico, que tienen una ilusión en común: ser astronautas y conocer el espacio. Cumplían todos los requisitos principales: ser fuertes, valientes y perseverantes. Todos ellos y sus familias se elevan por encima de las dificultades, venciendo a la gravedad, para alcanzar sus ilusiones y tocar las estrellas. Toda su gesta la puedes ver en www.astronautas.org.
Es algo único, entra y entérate cómo lo consiguen; toda una lección para los que nos conformamos con quedarnos con los sueños a ras de suelo. Además, si quieres puedes llevarte sus camisetas solidarias; son la bomba.
La asignatura de cómo alcanzar los sueños por muy difícil que se pongan las cosas debería de estar en el programa global educativo junto con la de cómo empezar a gatear; Bernat, Ingrid, Carla y Daniel caminan con paso firme con una energía que enciende los motores de nuestras propias ilusiones.
¡Felicidades astronautas!
