Seguramente nunca habría tomado la iniciativa de viajar a Brasil de forma espontánea, pero menos mal que se alinearon los planetas, porque menudo acierto.

Mi viaje empezó en São Paulo, una ciudad de un tamaño tal que no eres consciente hasta que subes a la terraza del Edificio Martinelli, uno de los rascacielos más antiguos de la ciudad. Aunque la llamen “selva de cemento” y, sin duda, la arquitectura contemporánea de la Avenida Paulista es una de sus protagonistas, esta enorme ciudad tiene ya mucho de selvática: inmediatamente me llamó la atención el tamaño de las palmeras imperiales que flanquean la entrada a la Catedral Metropolitana da Sé, o que las orquídeas brotasen con toda naturalidad de los troncos de los árboles en la calles. Y, directamente, me sentí diminuta en el Parque de Ibirapuera, donde además celebran conciertos y todo tipo de actividades al aire libre.

Sao Paulo, Brazil, skyline

El fuerte de la ciudad es la cultura

Además de contar con la Pinacoteca o el MASP, el Museo de Arte Contemporáneo más importante del país, podemos encontrar otros tan curiosos como el de la Lengua Portuguesa. Vale, este igual es un poco de nerds, pero si eres de los lectores acérrimos (hola, me llamo Vega y soy bibliófaga), no dejes de visitar tanto este como la Livraria Cultura, que es para quedarse a vivir, y luego tómate una cerveza (Original) mientras ojeas unos cómics en la Mercearia São Pedro, uno de mis bares preferidos del mundo. Por el barrio, Vila Madalena, fíjate bien en las paredes porque están plagaditas de street art.

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Descubriendo frutas, y sushi, y helados, y…

En el Mercado Municipal pude probar el famoso “pastel de bacalhau” (para los menos piscívoros, mejor “sanduba de mortadela com tomate seco”) y descubrí que había cantidad de frutas en el mundo que no había visto jamás. En Brasil, en muchos sitios comen con zumo: haz como un entrenador Pokémon y no dejes una sin probar porque detrás de palabras como “acerola com hortelã” yo encontré mi nuevo sabor preferido en A Casa Da Vovó, un sencillo restaurante buffet delicioso y sin pretensiones. En este mismo barrio (Pinheiros) encontré también uno de los restaurantes franceses que más me han gustado, la Brasserie Le Jazz.

Tropical Brazilian Fruits

Siguiendo con la comida: en Liberdade, el barrio donde se asienta la comunidad japonesa más grande fuera de su país, tienen un sushi excelente (y souvenirs perfectos para ese amigo tan friki, casi en cualquier tienda), y, por otra parte, son épicos los helados de Frevo: su “Capricho” está recubierto de un polvo de castañas que deberíamos importar por toneladas (también hacen otro con cacahuetes; tú, por si acaso, cuando te ofrezcan farofa dí siempre que sí). Y, por supuesto: los cócteles: si eres de caipirinhas te enamorarás cuando te la hagan con auténtica cachaça y esa fruta; ojalá poder salir cada noche al Bar Exquisito!, en Consolaçao, que se merece la exclamación del nombre. Por cierto, allí los cócteles los toman como aperitivo. Quien avisa…

Una foto publicada por Letícia Marotta (@leticiamarotta) el


Me enganché a São Paulo, pero me enamoré de Rio

El mejor cóctel de Brasil no es la caipirinha, sino la combinación de vegetación y ciudad de Rio de Janeiro. Desde Vista Chinesa, en el Parque Nacional de Tijuca, se puede apreciar en todo su esplendor: a un lado, el Cerro de Corcovado (donde está el famoso Cristo Redentor); a otro, Pan de azúcar. En medio, Lagoa, Ipanema, Copacabana; esos nombres exóticos que de pronto son playas reales donde es imprescindible dejarse tentar por el aperitivo: los “biscotes de polvilho Globo”, dulces y salados, y el agua de coco que los vendedores ambulantes acercan a la arena. Sé que es un tópico, pero merece la pena acercarse al Bar Garota de Ipanema, no sólo por lo que tiene de homenaje a Moraes y Jobim, sino por la picanha, la carne típica brasileña que allí hacen para chuparse los dedos; aunque lo verdaderamente típico se disfruta en el Bar Urca, donde los pasteles de pescado, la sopa de marisco y la cerveza se toman fuera, mirando al lago.

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Para experiencias típicas, unas imperdibles

Recomiendo visitar la Escola do Samba de Mangueira, donde no hace falta esperar a carnaval para disfrutar de la samba. El mayor regalo que Brasil ha hecho al resto del mundo tiene su origen en Bahia, un estado donde la herencia africana está muy presente, no sólo en los ritmos del barrio de Pelourinho, con ese punto a lo Nueva Orleans que enamora, también en la comida, especiada y basada en el delicioso pescado tan abundante en el país (y lo digo yo, que en España ni lo pruebo). En él encontramos también el Parque Nacional da Chapada Diamantina, destino perfecto para los aventureros. Por supuesto, si eres de esos, no olvides que desde Manaos podemos entrar en la Selva Amazónica; también tiene un estadio increíble, dicen, así que, si vas por el fútbol, ¡aprovecha!

The historic centre of Salvador, Brazil

Si lo que te interesa es presumir de destinos menos conocidos…

Entonces la estrella es Recife, la llamada Venecia de América (construida en un terreno entre ríos, cuenta con multitud de puentes). Es una de las principales ciudades del país y, muy cerquita, encontramos la ciudad de Olinda, Patrimonio Cultural reconocido por la UNESCO y uno de los mejores exponentes de la arquitectura colonial en Brasil. También podemos combinar el turismo urbano con unos días de playa en Fortaleza. Aunque, para playas, las de Búzios. O Ilhabela. O… Uf, ¡es difícil elegir playas en Brasil!

Foto: Rodrigo Soldon

En definitiva: que con una sola vez no basta, así que cuanto antes empecéis a enamoraros de Brasil más podréis disfrutarlo… ¿Por dónde empezamos?

 

Mi viaje empezó en São Paulo, una ciudad de un tamaño tal que no eres consciente hasta que subes a la terraza del Edificio Martinelli, uno de los rascacielos más antiguos de la ciudad. Aunque la llamen “selva de cemento” y, sin duda, la arquitectura contemporánea de la Avenida Paulista es una de sus protagonistas, esta enorme ciudad tiene ya mucho de selvática: inmediatamente me llamó la atención el tamaño de las palmeras imperiales que flanquean la entrada a la Catedral Metropolitana da Sé, o que las orquídeas brotasen con toda naturalidad de los troncos de los árboles en la calles. Y, directamente, me sentí diminuta en el Parque de Ibirapuera, donde además celebran conciertos y todo tipo de actividades al aire libre.

Sao Paulo, Brazil, skyline

El fuerte de la ciudad es la cultura

Además de contar con la Pinacoteca o el MASP, el Museo de Arte Contemporáneo más importante del país, podemos encontrar otros tan curiosos como el de la Lengua Portuguesa. Vale, este igual es un poco de nerds, pero si eres de los lectores acérrimos (hola, me llamo Vega y soy bibliófaga), no dejes de visitar tanto este como la Livraria Cultura, que es para quedarse a vivir, y luego tómate una cerveza (Original) mientras ojeas unos cómics en la Mercearia São Pedro, uno de mis bares preferidos del mundo. Por el barrio, Vila Madalena, fíjate bien en las paredes porque están plagaditas de street art.

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Descubriendo frutas, y sushi, y helados, y…

En el Mercado Municipal pude probar el famoso “pastel de bacalhau” (para los menos piscívoros, mejor “sanduba de mortadela com tomate seco”) y descubrí que había cantidad de frutas en el mundo que no había visto jamás. En Brasil, en muchos sitios comen con zumo: haz como un entrenador Pokémon y no dejes una sin probar porque detrás de palabras como “acerola com hortelã” yo encontré mi nuevo sabor preferido en A Casa Da Vovó, un sencillo restaurante buffet delicioso y sin pretensiones. En este mismo barrio (Pinheiros) encontré también uno de los restaurantes franceses que más me han gustado, la Brasserie Le Jazz.

Tropical Brazilian Fruits

Siguiendo con la comida: en Liberdade, el barrio donde se asienta la comunidad japonesa más grande fuera de su país, tienen un sushi excelente (y souvenirs perfectos para ese amigo tan friki, casi en cualquier tienda), y, por otra parte, son épicos los helados de Frevo: su “Capricho” está recubierto de un polvo de castañas que deberíamos importar por toneladas (también hacen otro con cacahuetes; tú, por si acaso, cuando te ofrezcan farofa dí siempre que sí). Y, por supuesto: los cócteles: si eres de caipirinhas te enamorarás cuando te la hagan con auténtica cachaça y esa fruta; ojalá poder salir cada noche al Bar Exquisito!, en Consolaçao, que se merece la exclamación del nombre. Por cierto, allí los cócteles los toman como aperitivo. Quien avisa…

Una foto publicada por Letícia Marotta (@leticiamarotta) el


Me enganché a São Paulo, pero me enamoré de Rio

El mejor cóctel de Brasil no es la caipirinha, sino la combinación de vegetación y ciudad de Rio de Janeiro. Desde Vista Chinesa, en el Parque Nacional de Tijuca, se puede apreciar en todo su esplendor: a un lado, el Cerro de Corcovado (donde está el famoso Cristo Redentor); a otro, Pan de azúcar. En medio, Lagoa, Ipanema, Copacabana; esos nombres exóticos que de pronto son playas reales donde es imprescindible dejarse tentar por el aperitivo: los “biscotes de polvilho Globo”, dulces y salados, y el agua de coco que los vendedores ambulantes acercan a la arena. Sé que es un tópico, pero merece la pena acercarse al Bar Garota de Ipanema, no sólo por lo que tiene de homenaje a Moraes y Jobim, sino por la picanha, la carne típica brasileña que allí hacen para chuparse los dedos; aunque lo verdaderamente típico se disfruta en el Bar Urca, donde los pasteles de pescado, la sopa de marisco y la cerveza se toman fuera, mirando al lago.

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Para experiencias típicas, unas imperdibles

Recomiendo visitar la Escola do Samba de Mangueira, donde no hace falta esperar a carnaval para disfrutar de la samba. El mayor regalo que Brasil ha hecho al resto del mundo tiene su origen en Bahia, un estado donde la herencia africana está muy presente, no sólo en los ritmos del barrio de Pelourinho, con ese punto a lo Nueva Orleans que enamora, también en la comida, especiada y basada en el delicioso pescado tan abundante en el país (y lo digo yo, que en España ni lo pruebo). En él encontramos también el Parque Nacional da Chapada Diamantina, destino perfecto para los aventureros. Por supuesto, si eres de esos, no olvides que desde Manaos podemos entrar en la Selva Amazónica; también tiene un estadio increíble, dicen, así que, si vas por el fútbol, ¡aprovecha!

The historic centre of Salvador, Brazil

Si lo que te interesa es presumir de destinos menos conocidos…

Entonces la estrella es Recife, la llamada Venecia de América (construida en un terreno entre ríos, cuenta con multitud de puentes). Es una de las principales ciudades del país y, muy cerquita, encontramos la ciudad de Olinda, Patrimonio Cultural reconocido por la UNESCO y uno de los mejores exponentes de la arquitectura colonial en Brasil. También podemos combinar el turismo urbano con unos días de playa en Fortaleza. Aunque, para playas, las de Búzios. O Ilhabela. O… Uf, ¡es difícil elegir playas en Brasil!

Foto: Rodrigo Soldon

En definitiva: que con una sola vez no basta, así que cuanto antes empecéis a enamoraros de Brasil más podréis disfrutarlo… ¿Por dónde empezamos?

 

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Adicta a la música en directo y matriarca de una peluda familia numerosa. Tiene el corazón dividido entre Sevilla y Lavapiés. El 70% de su cuerpo no es agua, sino una mezcla de café, cerveza y gazpacho. Cuando domine el mundo implantará los tres desayunos diarios por ley.