Cada nuevo escándalo de Facebook es una razón más para que dejes el móvil y te eches la mochila al hombro. Comilonas, grandes amigos y sí, kilómetros y kilómetros bajo el sol, te esperan en el Camino de Santiago.

Que el Camino de Santiago aparezca siempre en las típicas listas de “Cosas que hacer una vez en la vida” no es casual. Quien lo ha hecho lo recomienda, lo recuerda con nostalgia y, en algunos casos, lo repite en cuanto tiene la menor oportunidad. Pocos planes se ajustan tanto a presupuestos, días disponibles y preferencias del caminante. Pero hay más, en una época de tecnoestrés y pantallas por todas partes, el Camino es la excusa perfecta para dejar sin contestar todos esos mensajes que te persiguen a diario.

En julio de 2013 pasaba por una época de mucho estrés. Trabajar en una agencia de publicidad durante el verano madrileño desgasta más que correr el Maratón de las Arenas. Mi cuenta del banco tampoco andaba para muchas alegrías, así que el presupuesto para unas posibles vacaciones era mínimo. Todo ello hizo que recuperara una idea que me llevaba un tiempo rondando: ese tenía que ser el año del Camino de Santiago.

Aquella primera ruta me sirvió para hacer un grupo de amigos con el que todavía mantengo el contacto y para descubrir que merece la pena andar 30 km al día (y más) si al final de la etapa te espera una ración de pulpo a la gallega. También aprendí muchas cosas que todo caminante debería saber antes de recoger su Compostela y empezar a llenarla de sellos.

No hay un solo Camino de Santiago, sino muchos

Esto de aquí arriba no es metafórico. Cuando digo que hay muchos Caminos de Santiago no lo digo pensando en terminar la frase con un “tantos como personas lo recorren”. Por favor, prohibidme publicar en Houdinis si llego a decir esas cosas. Aunque la ruta más mainstream es la que parte de la localidad francesa de Saint Jean de Pied de Port (de ahí su sobrenombre de Camino Francés) y llega hasta Santiago de Compostela tras atravesar la meseta Central, no es ni mucho menos la única.

A esta opción, plagada de güiris prácticamente todo el año, se le unen alternativas tan atractivas como los Caminos del Norte, Portugués, Primitivo, Inglés o Sanabrés. Todos ellos tienen su historia y encanto. Depende de la época del año y de lo mucho o poco que te parezcas a Jesús Calleja deberás escoger uno u otro.  

Eso sí, si buscas la alternativa más auténtica, el Primavera Sound de los caminos, el recorrido comenzará en tu lugar de residencia, desde donde caminarás hasta unirte a una de las rutas establecidas. Conozco a poca gente que lo haya hecho y es posible que no sean las personas más cuerdas con las que he tratado, pero debe ser una experiencia de las que no se olvidan.  

Lo que necesitas saber antes de echarte a andar

Si quieres información detallada de qué llevar, dónde dormir o en qué época del año hacer determinado camino, lo tienes en un montón de webs especializadas. En este post prefiero contarte lo que no encontré, o no como me hubiese gustado, en las guías y artículos que yo revisé antes de lanzarme a la aventura.

Por ejemplo, que las botas de montaña no son fundamentales. Me refiero a esas botas altas que te aguantan tres ochomiles y que más de uno acaba sufriendo en la llanura castellana a 38º.  Necesitarás calzado deportivo, sí, pero tu tobillo no estará expuesto a terrenos tan irregulares como para necesitar cargar con semejante monstruosidad. Otro consejo, y este sí lo leerás por todas partes: el calzado cuanto más usado, mejor.  

Sobre el peso que debes llevar en la mochila, te resumo todos los listados que encontrarás: lo mínimo. Lo digo en serio, cuando comiences a andar notarás cada gramo (sí, cada maldito gramo) que lleves a tus espaldas. Sé que pensarás que estoy exagerando y que acabarás llevando más de lo necesario. Ya te acordarás de mí y de este artículo cuando estés ascendiendo a O Cebreiro. 700 metros de altura en solo 8 km andando, casi nada.

También llevaría, y esto no lo considero un capricho, dos cosas que muchos olvidan y te salvarán la vida durante esas semanas: unos tapones para olvidarte de los terroríficos ronquidos en los albergues y una pequeña navaja para prepararte algo de comer aunque solo conserves en la mochila cuatro cosas de la cena del día anterior y el próximo pueblo con tienda esté a 50 km.

Objetivo: la desconexión

Antes te he hablado de lo que supuso esta experiencia para mí en cuanto a la reducción del estrés. El Camino de Santiago reúne muchos factores que te ayudarán a desconectar por sí solos: cansancio físico, contacto con la naturaleza, zonas sin cobertura; pero eres tú quien tendrá que poner de su parte para regresar con las pilas cargadas.

Lo primero, olvídate del móvil, puedes vivir sin Instagram. Déjalo en casa, llévate uno viejo sin conexión a Internet o mantenlo apagado la mayor parte del día. Úsalo al final de cada etapa para que tus familiares y amigos sepan que no te ha comido un oso. Fin. Con este sencillo gesto tu Camino será completamente distinto: estarás más presente, conocerás gente y ganarás mucho tiempo para pensar, descubrir lugares y sí, pegarte comilonas propias de “Crónicas Carnívoras”.

Tampoco te recomiendo andar con auriculares. Puedes caminar solo o en compañía, o incluso ir alternándolo en función de tu estado de ánimo o las ganas que tengas de hablar ese día, pero la música o la radio te robarán una parte importante del Camino. Y ya que estamos, mejor vivirlo entero, ¿no?

¡Buen Camino!

En una época de estrés tecnológico y notificaciones constantes, el Camino de Santiago es un oasis de desconexión casi inigualable. Además, es un plan asequible como pocos y del que sacarás cientos de anécdotas. Por favor, adminístralas o tus familiares y amigos terminarán aborreciéndolas.

Tanto si nunca lo has probado y siempre has tenido el gusanillo, como si este artículo te ha abierto los ojos, ¡es el momento! Valdrá la pena cada kilómetro andado y cada gota de sudor. Es más, volverás pensando en repetir. Te lo aseguro.

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Enredado profesional en Atrápalo. Soy el alto que te tapa en los conciertos. Fui jurado de un concurso de alienígenas y gané un campeonato local de badminton. Ah, y lo de Lenny Kravitz es verdad.