Si te encuentras paseando por El Rastro de Madrid, quizás te invada un olor a curry y a camello recién lavado. Después descubrirás que, a pesar de no haber tenido tiempo de visitar el Thyssen, esa muestra de arte urbano puede ser también carne de Story. Tampoco sabías que Eritrea era un país hasta que te colocan una tapa exótica en el primer bar.

Bienvenidos a Lavapiés.

Cuesta abajo lo verás

En todas las ciudades siempre existe un lugar donde no toca el sol. Ese barrio al que prohíbes ir a tus hijos o vas de incógnito en busca de papayas de contrabando. Así era Lavapiés hace doscientos años, como La Latina y otros barrios que hoy día sería una insolencia no enseñarle a tu primo cuando viene de visita a Madrid por primera vez. Eso sí, no le prometas capillas góticas o piedras del Neolítico. Lavapiés es más de este siglo.

El mismo lugar en el que habrían vivido los padres de tus tatarabuelos (aprox.) de haber dejado su pueblo para irse a Madrid, ya que su cercanía al Matadero y la antigua Tabacalera convertían Lavapiés en uno de los grandes barrios obreros del éxodo rural. Después llegaría la época del barrio-que-no-podía-ser-nombrado y, ya en los 80, un golpe de estado urbano encabezado por los activistas que decidieron convertirlo en la Torre de Babel horizontal que es hoy día.

Y así, hasta 88 nacionalidades se han ido aglutinando entre los edificios castizos sin que la falta de mezquitas y pagodas suponga un problema. El nuevo Madrid o, como reza el eslogan de su famosa Muestra de Cine “Un barrio muchos mundos, muchos mundos un barrio”, se llama Lavapiés. O Lavaprejuicios.

Namaste, Madrid

Chistorra al curry. Una canción de la tribu Ashanti seguida de un chotis madrileño. Todas las combinaciones étnico-castizas que se te puedan ocurrir tienen su lugar en las calles de Lavapiés. Un barrio cuyo nombre aún es carne de debate de hippies y eruditos: algunos sospechan que procede de la fuente en la que los judíos, sus primeros moradores, se lavaban los pies antes de entrar a rezar a las sinagogas. Otros, de la antigua presencia de varios riachuelos que antaño se precipitaban por las CUESTAS. Porque sí, Lavapiés poco tiene que envidiarle a San Francisco.

Una publicación compartida de @arganz_2001 el

Empinadas pendientes que se hacen aún más cortas cuando existen detalles que harán las delicias de todo amante de lo multicultural: graffitis de colores, badulaques donde venden especias y tarjetas de móvil o negocios de nombre Mohará, Taj Mahal o Yala Yala.

De telón de fondo, una concienciación social que acampa a sus anchas con total libertad en las calles de Lavapiés. Porque cualquier protesta, ya sea a favor del feminismo, la inmigración, la homosexualidad o la repoblación del ñandú tendrá lugar en este barrio.

Pero dejando claro que Lavapiés es muy cosmopolita (¿no había incluido esta palabra aún?), existen varios lugares concretos que no te puedes perder. Algunos que hay que visitar antes de decantarse por uno de los doce restaurante hindús que compiten por ofrecer el mejor bhaji de cebolla en la misma acera.

Buenos humos

Un barrio fusión sin una antigua fábrica reinventada es como una verbena sin King África, y, por supuesto, Lavapiés también la tiene. Una famosa Tabacalera que alberga galerías de arte que ya quisiera Brooklyn, además  de conciertos de jazz y hasta combates de boxeo. También unas murallas convertidas en la calle de Miguel Servent, versión desenfadada del MoMA neoyorquino por el que pagaste 25 dólares en tu luna de miel. Una galería open-air que luce diseños como resultado de proyectos urbanos con artistas tan peculiares como Okuda, el mismo que convirtiese una iglesia asturiana en un skate park.

Sales y sigues caminando por Embajadores, barrio padre de Lavapiés, y haces una paradita en el Mercado de San Fernando donde un indio, en secreto, toma un plato de cocido apartando el tocino. O sino, unas cañitas en la calle Argumosa, una orgía de terrazas y bares como La Playa de Lavapiés, donde la arena natural que despliegan en verano sigue fría a la 1 de la tarde.

¿Te gusta también el teatro? Entonces prepara tu agenda, porque más de 15 espacios artísticos de Lavapiés te esperan. Y si aún te queda tiempo, no descartes una tarde viajando por la fantasía de La Casa Encendida, proyecto de artes audiovisuales donde todas las partes del cuerpo de Andy Warhol habrían hecho palmas.

Una publicación compartida de MuSiK (@_musik_) el

Pero si algo prevalece en Lavapiés, son sus eventos: desde el Tapapiés al Festival Cultural de la India, pasando por sus Fiestas de San Lorenzo o una Muestra de Cine con poso y nombre. También los ropajes de Zara, Medias Punjabi y los mercados de Cochabamba tendidos al sol. Los niños que han sustituido las playas de Senegal por el patio de las correderas. Esa canaria que toca la guitarra mientras su comadre nigeriana entona Killing Me Softly. . .

Killing Me Softly pensarás también poco después, cuando el tikka massala haya hecho efecto y toque subir las cuestas de regreso a un mundo con menos colores.

No, no te ibas a librar.

Cuesta abajo lo verás

En todas las ciudades siempre existe un lugar donde no toca el sol. Ese barrio al que prohíbes ir a tus hijos o vas de incógnito en busca de papayas de contrabando. Así era Lavapiés hace doscientos años, como La Latina y otros barrios que hoy día sería una insolencia no enseñarle a tu primo cuando viene de visita a Madrid por primera vez. Eso sí, no le prometas capillas góticas o piedras del Neolítico. Lavapiés es más de este siglo.

El mismo lugar en el que habrían vivido los padres de tus tatarabuelos (aprox.) de haber dejado su pueblo para irse a Madrid, ya que su cercanía al Matadero y la antigua Tabacalera convertían Lavapiés en uno de los grandes barrios obreros del éxodo rural. Después llegaría la época del barrio-que-no-podía-ser-nombrado y, ya en los 80, un golpe de estado urbano encabezado por los activistas que decidieron convertirlo en la Torre de Babel horizontal que es hoy día.

Y así, hasta 88 nacionalidades se han ido aglutinando entre los edificios castizos sin que la falta de mezquitas y pagodas suponga un problema. El nuevo Madrid o, como reza el eslogan de su famosa Muestra de Cine “Un barrio muchos mundos, muchos mundos un barrio”, se llama Lavapiés. O Lavaprejuicios.

Namaste, Madrid

Chistorra al curry. Una canción de la tribu Ashanti seguida de un chotis madrileño. Todas las combinaciones étnico-castizas que se te puedan ocurrir tienen su lugar en las calles de Lavapiés. Un barrio cuyo nombre aún es carne de debate de hippies y eruditos: algunos sospechan que procede de la fuente en la que los judíos, sus primeros moradores, se lavaban los pies antes de entrar a rezar a las sinagogas. Otros, de la antigua presencia de varios riachuelos que antaño se precipitaban por las CUESTAS. Porque sí, Lavapiés poco tiene que envidiarle a San Francisco.

Una publicación compartida de @arganz_2001 el

Empinadas pendientes que se hacen aún más cortas cuando existen detalles que harán las delicias de todo amante de lo multicultural: graffitis de colores, badulaques donde venden especias y tarjetas de móvil o negocios de nombre Mohará, Taj Mahal o Yala Yala.

De telón de fondo, una concienciación social que acampa a sus anchas con total libertad en las calles de Lavapiés. Porque cualquier protesta, ya sea a favor del feminismo, la inmigración, la homosexualidad o la repoblación del ñandú tendrá lugar en este barrio.

Pero dejando claro que Lavapiés es muy cosmopolita (¿no había incluido esta palabra aún?), existen varios lugares concretos que no te puedes perder. Algunos que hay que visitar antes de decantarse por uno de los doce restaurante hindús que compiten por ofrecer el mejor bhaji de cebolla en la misma acera.

Buenos humos

Un barrio fusión sin una antigua fábrica reinventada es como una verbena sin King África, y, por supuesto, Lavapiés también la tiene. Una famosa Tabacalera que alberga galerías de arte que ya quisiera Brooklyn, además  de conciertos de jazz y hasta combates de boxeo. También unas murallas convertidas en la calle de Miguel Servent, versión desenfadada del MoMA neoyorquino por el que pagaste 25 dólares en tu luna de miel. Una galería open-air que luce diseños como resultado de proyectos urbanos con artistas tan peculiares como Okuda, el mismo que convirtiese una iglesia asturiana en un skate park.

Sales y sigues caminando por Embajadores, barrio padre de Lavapiés, y haces una paradita en el Mercado de San Fernando donde un indio, en secreto, toma un plato de cocido apartando el tocino. O sino, unas cañitas en la calle Argumosa, una orgía de terrazas y bares como La Playa de Lavapiés, donde la arena natural que despliegan en verano sigue fría a la 1 de la tarde.

¿Te gusta también el teatro? Entonces prepara tu agenda, porque más de 15 espacios artísticos de Lavapiés te esperan. Y si aún te queda tiempo, no descartes una tarde viajando por la fantasía de La Casa Encendida, proyecto de artes audiovisuales donde todas las partes del cuerpo de Andy Warhol habrían hecho palmas.

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Pero si algo prevalece en Lavapiés, son sus eventos: desde el Tapapiés al Festival Cultural de la India, pasando por sus Fiestas de San Lorenzo o una Muestra de Cine con poso y nombre. También los ropajes de Zara, Medias Punjabi y los mercados de Cochabamba tendidos al sol. Los niños que han sustituido las playas de Senegal por el patio de las correderas. Esa canaria que toca la guitarra mientras su comadre nigeriana entona Killing Me Softly. . .

Killing Me Softly pensarás también poco después, cuando el tikka massala haya hecho efecto y toque subir las cuestas de regreso a un mundo con menos colores.

No, no te ibas a librar.

mm
Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.