La obra de Ignasi Vidal te introduce en una casa cualquiera donde tres amigos cualquiera hablan sobre situaciones dramáticas de la vida de la forma más jocosa. Te vas a reir, se te saltará la lagrimita y fliparás en colores con el #malditofinalrompecerebros.

Madrid tiene algo muy característico: el tiempo siempre es extremo. Cuando hace frío, parece Siberia; cuando hace calor, estás en el maldito desierto de Atacama y cuando llueve, no para de hacerlo hasta que se llenan los embalses. Como no seré yo la que se queje, que bastante falta hace la lluvia, prefiero aprovechar una tarde aburrida y húmeda para convertirla en una experiencia religiosa. Y qué mejor forma de hacerlo que dando un paseo bajo el paraguas hasta el Teatro Marquina, en la calle Prim, muy cerca de La Cibeles.

Créditos: Yvonne Rodríguez

Ignasi Vidal con “El Plan” te da un completo viaje mental. Hacer que sientas ansiedad, ira y tristeza; que te rías, que te salte una lagrimita de emoción; que tengas ganas de apuñalar a alguno de los protagonistas y que, al final de la obra, te explote el cerebro.

No voy a hacer spoilers porque sería tan injusto que merecería yo el escarnio y linchamiento de los internesesPero “El Plan” te va a dejar mal. Mal para bien, ya sabes. Sobre la trama, el exquisito guión y la dirección, no hay ni una sola queja. Bueno, sí, que nadie está preparado para la potencia que tiene la obra.

Los actores son fuerzas de la naturaleza

Tengo que confesar que me he enamorado de Chema del Barco, Javier Navares y Manuel Baqueiro. Ramón, Paco y Andrade (sus personajes, por ese orden) llenan el escenario sin necesidad de artificio, con un atrezzo básico y pocos elementos que entren en la trama.

Ramón es la corduda, el bueno, el psicólogo. Paco es un hater de estos que te dan ganas de abofetear según lo escuchas. Andrade es un irresponsable y un pasota de manual, con porros incluidos. La acción te arrastra a situaciones, o más bien, conversaciones, en las que no terminas de entender del todo de qué hablan exactamente, porque nunca lo terminan de contar. La obra gira en torno a un “plan” del que sólo sabes a qué hora será.

El pasado de los protagonistas y su futuro se unen en un presente que ves, pero que no existe. Ramón, Paco y Andrade sólo hablan de su antiguo trabajo, del que los echaron, de antiguas vivencias, de cosas que han pasado esa misma mañana, pero no hay un “ahora” hasta el final de la obra.

Aunque suene a topicazo, la voz de los actores parece real. Sientes como si pudieses ser partícipe de una conversación normal entre amigos. Pero sabes, en el fondo, que hay algo más.

A medida que avanzan las conversaciones de estos tres únicos personajes, conoces a novias, esposas, amigos, madres e hijos. También descubres los hilarantes perfiles que Vidal crea para representar cómo afrontaríamos cada uno de nosotros la pérdida de un trabajo. Te lo prometo, en esta obra las risas están aseguradas.

Pero también hay otras cosas en la obra. Como la amistad sincera, que Ramón describe cuando asegura que “las familias, aunque no sean de la misma sangre” permanecen unidas y se ayudan.

Entre los tres tratan de solucionar cosas que surgen como la aparición de un fantasma del pasado o una infidelidad. De forma a veces torpe, pero siempre divertida, se ayudan unos a otros a tratar de arreglar todos los desaguisados en los que se meten. Son, al fin y al cabo, como tú y cualquiera de tus colegas.

El bueno, el pasota y el malo, ¿o no?

Lo curioso que Vidal hace en esta obra es que te engaña. La trama avanza hablando de lugares que no están ni estarán en escena. Es como si le contaras a tu primo la última locura que te ha pasado en la oficina, pero con público. Todo lo que pasa de verdad está fuera del marco, como una foto de Instagram del Taj Majal con filtro valencia.

Sin embargo, eso no impide que llegues a sentir todo lo que sienten los personajes. Por eso cuando todo evoluciona y da un giro extraordinario, te quedas un poco con el cerebro echando humo. Pero hasta aquí puedo escribir, que no voy a fastidiarle a nadie la experiencia de ir a ver esta obra.

Andan diciendo en Internet que los personajes que crea Vidal están a medio camino “entre los diseñados por Quentin Tarantino y Woody Allen”. Y yo secundo la moción, señoría.

Lo ridículo de las situaciones, la hilaridad de los diálogos y el drama intrínseco de las realidades de estos tres hombres te arrastran a la atmósfera de decadencia que ha creado el autor. Te engancha con risas y te suelta con llanto.

Créditos: Teatro Marquina

“El Plan” es, en sí mismo, el plan. La tarde perfecta de sábado, de martes o de jueves. Pero, por desgracia, solo estará disponible hasta el 11 de marzo. Recomiendo ir preparado para enfrentar lo que les pase a estos tres amigos. En la obra hay chascarrillos y situaciones ridículas. Pero también está el triste conocimiento de los que conocen la derrota.

Ramón, Paco y Andrade se han convertido en mis #losers favoritos.

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Cuando no sé algo, lo aprendo. Gastrónoma, seriéfila, viajera platónica y marinera. Leo tantas cosas que he perdido la cuenta. La banda sonora de mi vida la compusieron las Spice Girls en los 90s. Practico la religión Disney y prefiero el doblaje latino de La Sirenita. Ahora vivo en Madrid, pero como decía Pedro Guerra "mi casa está en el mar, con siete puertas".