Como cada año, los mismos villancicos suenan en casa y elegir entre gambas o jamón del bueno es un dilema que no echabas de menos. Pero suspiras, y haciendo caso omiso a la lista de regalos que tu cuñada te sugiere vía WhatsApp, colocas el abeto, montas el menú y comienzas a descartar invitados. El espíritu navideño ha vuelto a entrar en casa, pero está algo más desgastado que otras veces. Y para cuando empiezas a pensar en tu suegra, aplastas la bola del árbol con el puño de la mano lentamente. Sí, necesitas otra Navidad.

Papá Noel y estos siguientes pueblos también lo saben.

¿¡Qué es!? ¿¡Qué es!? Hay luces de color

Durante los últimos años, mis amigos han comenzado a llamarme Mr. Scrooge, como el personaje de la famosa novela de Charles Dickens cuya publicación en el siglo XIX convirtiese la Navidad en lo más.

Y debo reconocer que, como quizás os pase a muchos de vosotros, durante los últimos años la fiesta favorita de Isabel Preysler se me empieza a antojar algo intensita. Porque, ¿qué necesidad hay de seguir regalando packs de colonia y after shave barato cada año? ¿De pasar vergüenza por esa última croqueta delante de tu familia política? Y lo peor: jugar con la posibilidad de volverse adicto al Omeprazol del que abusamos antes de cada comilona.

Una publicación compartida de Visit Ogden (@visitogden) el

Amigos, es hora de evocar el espíritu navideño de otras formas.

En mi caso, como sé que voy a ganar la lotería, este año he decidido tomarme unas vacaciones que comienzan con un periplo navideño por Estados Unidos, ese país que adoptó la Navidad para hacerla suya.

De hecho, los yankis son tan espléndidos que al llegar noviembre cambian el nombre de un pueblo random por el de “Christmas Village”. Así, sin más. Para ejemplo el pueblo conocido como McAdenville, nombre que recibe durante diez meses para dar paso a Christmas Town USA (mejor sin sutilezas). Un pueblo en el estado de Carolina del Norte donde 33 abetos se asoman a un lago cuya fuente simula el mismo color que el de las luces; entre otros highlights dignos de la peor pesadilla del Grinch.

¿¡Qué es!? ¿¡Qué es!? Hay luces de color

Durante los últimos años, mis amigos han comenzado a llamarme Mr. Scrooge, como el personaje de la famosa novela de Charles Dickens cuya publicación en el siglo XIX convirtiese la Navidad en lo más.

Y debo reconocer que, como quizás os pase a muchos de vosotros, durante los últimos años la fiesta favorita de Isabel Preysler se me empieza a antojar algo intensita. Porque, ¿qué necesidad hay de seguir regalando packs de colonia y after shave barato cada año? ¿De pasar vergüenza por esa última croqueta delante de tu familia política? Y lo peor: jugar con la posibilidad de volverse adicto al Omeprazol del que abusamos antes de cada comilona.

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En mi caso, como sé que voy a ganar la lotería, este año he decidido tomarme unas vacaciones que comienzan con un periplo navideño por Estados Unidos, ese país que adoptó la Navidad para hacerla suya.

De hecho, los yankis son tan espléndidos que al llegar noviembre cambian el nombre de un pueblo random por el de “Christmas Village”. Así, sin más. Para ejemplo el pueblo conocido como McAdenville, nombre que recibe durante diez meses para dar paso a Christmas Town USA (mejor sin sutilezas). Un pueblo en el estado de Carolina del Norte donde 33 abetos se asoman a un lago cuya fuente simula el mismo color que el de las luces; entre otros highlights dignos de la peor pesadilla del Grinch.

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Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.