Has ido más veces al Prado y al Guggenheim que al dentista. ¿Sabes qué significa eso? O bien que has descuidado demasiado tu salud bucal o bien que deberías descubrir otros museos, que estos ya los tienes muy vistos.

Siendo un mocoso, tus creaciones artísticas ya habían conseguido el reconocimiento unánime de parte de la crítica internacional. En concreto, el de tus tías que viven en Francia y que, cada vez que venían a visitarte, insistían en que, a tu lado, Picasso era un auténtico pringado. El problema es que acabaste creyendo sus palabras y creciste convencido de que, algún día, tus obras estarían expuestas en algunos de los museos más importantes. Pero eso nunca pasó y has acabado aceptando que no eras el genio que te habían hecho creer.

No tener grandes dotes, sin embargo, no debería hacer que te rindieras. Hoy en día, no solo de talento viven las salas de exposiciones y hay museos que albergan piezas que están a años luz de la excelencia artística. Para muestra, un botón.

frikis museos
©License CC0

No puedo creer que esto esté en un museo…

En Boston existe un sitio en el que no quieren ni oír hablar de Goya, rechazarían un Velázquez sin dudarlo y nunca, bajo ningún concepto, dejarían que una pintura de Frida Kahlo colgara de sus paredes. Este lugar es el MOBA, un museo que nació el día que un anticuario rescató de la basura un espantoso cuadro y… ¡sorpresa! empezó a cogerle el gusto a lo de coleccionar horripilantes obras. Las piezas, procedentes de tiendas de segunda mano, donaciones o contenedores, ya suman las 700 y son a las pinacotecas lo que Maluma a la música: una oda a la ausencia absoluta de talento artístico.

frikis museos
©MOBA

Ahora que sabes que hasta los cuadros de punto de cruz de tu abuela serían susceptibles de estar expuestos, no te sorprenderá este dato: en Inglaterra hay un castillo donde se exhiben más de 130 collares de perro. En este lugar, una imponente fortaleza con 900 años de historia, el objeto más antiguo se remonta al siglo XV y servía para proteger a los perros de las feroces fauces de lobos y osos.

Aunque para colecciones extrañas la de Ciudad Rodrigo, en Salamanca, donde llevan más de 30 años acercando la historia del orinal -y de las escupideras- a todo el que quiera saber cómo ha evolucionado tan preciado elemento del mobiliario doméstico.

¿Sorprendido? Más lo estarás cuando sepas que hay museos dedicados al cabello, a las máquinas expendedoras de chicle, a las falsificaciones o a las torturas medievales. ¡Y eso que el reguetón no se inventó en la Edad Media!

Hay museos que alimentan tu espíritu… y tu estómago

No seré yo quien reste méritos a Van Gogh, Miró o Munch. De hecho, jamás me atrevería a dudar del valor artístico de sus pinturas ni del inconmensurable talento que se esconde tras cada pincelada. Lo único que digo es que, para obra magna, la paella de mi madre, el chorizo de mi pueblo o el salmorejo cordobés. Y es que hay platos tan sumamente exquisitos que, si de mí dependiera, tendrían un MoMA para ellos solitos. Bueno, espera, que me comentan por el pinganillo que hay alimentos que están cerca de conseguirlo.

A escasos metros del emblemático Checkpoint Charlie, se alza orgulloso el Currywurst Museum. Un sofá en forma de salchicha, gotas de kétchup cayendo del techo o patatas fritas gigantes son algunos de los elementos que dan la bienvenida a los visitantes de este recinto, donde podrás aprenderlo todo sobre este producto: desde su invención hasta cifras sobre consumo, pasando por su distribución mundial y algunas interesantes anécdotas. Para que la experiencia sea aún más completa, hay una parte interactiva en la que se puede, entre otras cosas, oler especias, escuchar canciones o preparar un currywurst de forma virtual. ¿Que la visita te abre el apetito? Pásate por el bar y pide la especialidad de la casa. ¿Imaginas cuál será?

frikis museos
©Currywurst Museum

No, la única manera de conocer todos los secretos del chocolate no pasa por encontrar un billete dorado dentro de una chocolatina. Tampoco por extorsionar a algún Oompa-Loompa o amenazar a Willy Wonka con volar su fábrica si no cede al chantaje. Es mucho más sencillo que todo esto: basta con acercarte hasta Barcelona, Bruselas o Budapest, ciudades con museos del chocolate que son la envidia de cualquier niño.

Pero la cosa no acaba aquí. Alimentos como el helado, el ramen, las patatas fritas, los plátanos, la pizza e incluso la comida quemada cuentan con sus propios templos.

frikis museos
©Museum of ice cream (San Francisco)

Museos para amantes del terror

Como buen amante del terror, lo que más te gusta de los museos no son sus obras de arte, son las historias sobre fantasmas que se esconden tras los muros, las leyendas negras que rodean muchas de las creaciones y las atormentadas vidas de los artistas más célebres. Pero te daré un consejo: mejor que dejes de recorrer el Reina Sofía esperando toparte con Ataúlfo -el espíritu que, según cuentan, merodea por allí- y vayas donde sabes seguro que van a poder darte lo que necesitas.

Es atravesar las paredes del checo Mysteriae Pragensis y empezar a notar un sudor frío recorriendo tu tembloroso cuerpo. Las historias sobre espectros y otros seres monstruosos que, desde hace siglos, vagan por Praga son el principal atractivo de esta exposición no apta para miedicas.   

frikis museos
©Mysteriae Pragensis

Objetos que pertenecieron a famosos asesinos en serie, coronas de flores robadas de la tumba de algún famoso o fotografías de ejecuciones se suceden en un macabro museo de Los Ángeles que ofrece también la posibilidad de visitar los escenarios de las muertes más escabrosas.

Capaces de alimentar pesadillas durante siglos, el museo de los vampiros de París, la exposición que en la población de Zugarramurdi dedican a sus famosísimas brujas o el museo de cera de Barcelona están esperando que les hagas una visita. ¿Te parece terrorífico? Bah, mucho más miedo da recibir una carta certificada de Hacienda.

Tags : Museos
mm
Lo primero que hago al llegar a la playa es buscar el punto más elevado al que huir en caso de tsunami. Soy así de previsora. Cuando no estoy buscando salidas de emergencia o comprando conservas para llenar la despensa del búnker, voy al cine, leo, duermo y finjo ser normal.