Salvar el mundo

Ghana, otro planeta a 5 horas de avión

Para viajar a otro planeta solo necesitas una mochila con cuatro cosas, dos manos vacías, muchas ganas de ayudar y un billete con destino a África.

Muchos creen que para viajar a otro planeta necesitas un cohete, un traje de astronauta y mucho valor para encerrarte en una nave durante días sin saber si vas a regresar. Pero se equivocan. Para viajar a otro planeta solo hace falta una mochila con cuatro cosas, dos manos vacías, muchas ganas de ayudar y un billete con destino a África.

Concretamente, el planeta africano que yo visité se llama Ghana. Siempre había querido hacer un voluntariado, y tras varios meses trabajando para la ONG NASCO Feeding Minds como periodista desde Barcelona, decidí que había llegado el momento de ver las cosas desde “el otro lado”. Convencí a mi pareja y a mi hermano, y nos lanzamos los tres  a la aventura.

El pueblo dónde se llevaba a cabo el voluntariado se encontraba al norte del país, y el aeropuerto de Accra, la capital, está en el sur. Subiríamos poco a poco, pero teníamos que esperar al resto de voluntarios que llegaban un par de días más tarde y decidimos aprovechar el tiempo. Coger un trotro es sencillo cuando tienes algo de práctica, pero la primera vez resulta complicado. Se trata de una furgoneta casi en destrucción que corre a gran velocidad pegada a la acera, con un hombre gritando el destino al que se dirige por una de las ventanas. Si coincide que tú vas al mismo lugar, le haces una señal y tienes entre 3 y 5 segundos para saltar dentro y acomodarte como puedas. El número de plazas no es respetado para nada, donde caben dos caben tres, e incluso cuatro y cinco. Compartir es vivir. Tras varios intentos, logramos montarnos en un trotro con destino a Kokrobite beach, donde pensábamos quedarnos un par de días hasta empezar nuestra ruta escalando el país en autobús.

Los colores de Kokrobite son algo que nunca olvidaré. Su gran playa de arena blanca rodeada de palmeras y la música sonando a lo largo de ella. Pero lo que te roba el corazón para siempre son los niños. Corrieron al verme, como si me conociesen de toda la vida y me abrazaron con fuerza. Sus ojos brillaban y sus sonrisas no cabían en ellos. Estuvimos jugando un buen rato y luego nos bañamos. Algunos de ellos surfeaban en las olas con trozos de madera y se sumergían en el mar con la misma ropa que llevaban puesta. Una ropa para todo: dormir, vestir y bañarse. Allí nadie se preocupa por tener un armario y en cuanto aparece un agujero en un pantalón, se arregla poniendo otro encima que cubra ese agujero. La vida es mucho más sencilla; ser feliz es más fácil.

La ruta hacia Sawla fue larga pero maravillosa. Nos esperaban 600 km de viaje, unas 10 horas en autobús, que hicimos poco a poco. Cogimos un bus nocturno que nos llevó desde la capital hasta Techiman y, con algún que otro percance durante el trayecto, llegamos a nuestro destino al amanecer. A través de la ventana del autobús pude disfrutar de un cielo de colores suaves pero muy vivos, como si alguien lo estuviese pintando con delicadeza para amenizar el trayecto. Cuando nos bajamos, subimos a un trotro que nos acercaría a Sawla, nuestro destino final.

Durante el viaje pudimos parar en los lugares que nos llamaban más la atención, como termiteros gigantes o poblados de tribus que no habían visto nunca un hombre blanco. Nos adentramos en uno de ellos, con mucho respeto, y nos recibieron con los brazos abiertos. Parecía imposible que varias familias pudiesen vivir allí, sin ningún tipo de comodidad, simplemente con lo que llevaban puesto. Al principio, los niños se asomaban por las puertas de las casas de barro, con cubiertas de paja, observándonos con miedo, pero se fueron acercando y nos acariciaban la piel, como si estuviéramos despintados o descoloridos.

NASCO Feeding Minds tiene muchos proyectos en marcha. Nosotros nos quedábamos un mes, y teníamos muchas ganas de ayudar en todo lo que pudiéramos. Pero una vez allí te das cuenta de que por mucho que tú quieras ayudar, son ellos los que te enseñan a ti y te abren los ojos a la realidad de la vida.

Cada mañana nos levantábamos a las 7:00h, y tras una ducha helada, nos organizábamos para dar clase a un grupo de unas 50 niñas. El objetivo principal de NASCO Feeding Minds es crear aulas informáticas para que los niños tengan las herramientas necesarias para estar bien formados, y así poder tomar las mejores decisiones en su futuro. Ousman Umar, su fundador, está convencido que de este modo se puede acabar con el problema de la inmigración ilegal, en el origen. La ONG tiene varias aulas informáticas distribuidas por distintas zonas del norte del país. Pero como nosotros fuimos en época de vacaciones, nos dedicamos a dar clases de repaso a un grupo de niñas del pueblo que quería reforzar sus estudios en verano.

Cada noche, antes de acostarnos preparábamos las actividades que haríamos con ellas al día siguiente. Aprendieron a medir bien las distancias y a situar los países africanos en el mapa, entre muchas otras cosas. Me impresionó su sed de aprender, y sus ganas constantes de ganar conocimiento.

Tenían muchísimas ganas de aprender pero lo que más les sobraba era generosidad. Una noche nos quedamos a dormir en el poblado natal de Ousman. Era la aldea más pobre que había visto hasta entonces y al mismo tiempo donde había más sonrisas y felicidad. Nos dejaron su casa y ellos durmieron fuera, nos calentaron agua para que pudiésemos sentirnos como en nuestro hogar y varias familias nos prepararon comida en agradecimiento a nuestra visita. No paraban de dar, dar y dar y sus sonrisas eran cada vez más grandes.

Fue un mes increíble. Aprendí que los pequeños detalles son la esencia de la vida y que el hombre necesita muy poco para ser feliz. Que las necesidades nos las creamos nosotros y que cuanto más tenemos más queremos y menos compartimos. Si no tienes nada lo das todo, porque no tienes nada que perder. La gente de Ghana se entregó a nosotros y nos dio todo lo que tenía sin pedir nada a cambio. En África me di cuenta de lo pobres que somos nosotros cuando creemos tenerlo todo. Ese planeta único y maravilloso cambió mi forma de ver las cosas y mi vida.

  • Este relato es solo una pequeña parte del gran trabajo que realiza NASCO Feeding Minds. No te pierdas mañana el Facebook Live de la historia de Ousman Umar, el fundador de la ONG, que transmitiremos desde Atrápalo a las 17:45h.
mm
Amante de la música y las letras desde que tengo uso de razón, sueño con aprender todos los idiomas del mundo antes de los 30. No hay puzzle que se me resista, y tengo siempre las maletas listas para salir a la aventura. Las tres veces que he estado en África, he querido quedarme.