Los alquileres de pisos cerca de cementerios acostumbran a ser más económicos. ¿Por qué? Si en el fondo es casi un seguro de que la zona será tranquila, normalmente ajardinada y con árboles.

Hasta puede que tengas vistas a esculturas de artistas ilustres y, con un poco de suerte, puedas decir que eres vecino de alguien famoso. “¡¿Vecino?! ¿Y cómo es?”, te preguntarán los amigos. “Pues calladito, muy discreto”, responderás.

[redbox text=”La muerte provoca cierto mal rollo, pero, en este caso, estoy segura de que es como aquella mancha de humedad en el techo del dormitorio, llega un momento que ni la ves.” position=”right”]

Entiendo que lo de la muerte provoca cierto mal rollo, pero, en este caso, estoy segura de que es como aquella mancha de humedad en el techo del dormitorio, llega un momento que ni la ves. Y por lo que dice Mecano, los muertos no son de buscar problemas, ellos montan sus fiestecitas, salen a dar vueltas, pero, eso sí, nunca pasan de la puerta. Así pues, para ver el plan que tienen montado, tenemos que ser nosotros los que les visitemos.

Aquí tienes una lista de algunos cementerios y las excusas por las que vale la pena cruzar la entrada.

Poblenou con velas

No es lo mismo ir a ver a tus muertos que visitar a los de otros. Yo me aficioné a esa segunda opción después de la ruta nocturna al cementerio de Poblenou de Barcelona. Dos veces al año, por Todos los Santos y en primavera, organizan itinerarios a la luz de las velas. El recorrido se convierte en un viaje por la historia del siglo XIX e inicio del XX de la ciudad. A través de sus nichos y panteones, algunos planteados por primeras espadas de la arquitectura y la escultura de la época, descubres cómo ha crecido y evolucionado la sociedad.

poblenou
Imagen vía.

Busca la tumba de “El Santet” (“El Santito”). El pobre murió joven, a los 22 años. Aseguran que era muy buena persona y que tenía cualidades milagrosas. Aún hay quien lo venera para pedirle favores.

Visitas a tumbas

“El Santet” no es el único que recibe visitas un tanto extrañas. Durante décadas, la madrugada del 19 de octubre, coincidiendo con la fecha del nacimiento de Edgar Allan Poe, un misterioso caballero con abrigo, bastón y cubierto con un sombrero y bufanda blanca dejaba una botella de coñac a la mitad y tres rosas en la tumba del escritor en Baltimore. ¿Por qué? No se sabe. ¿Quién era? Tampoco. ¿Se había pimplado él la otra mitad de la botella?

poe_neekou
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Cementerios “mainstream”

Y es que si de algo sirven los cementerios es para darse cuenta de que lo que es el concepto, lo que diríamos estirar la pata, es igual para todos. ¿Dónde están las diferencias? En las tumbas (que se lo pregunten a los faraones egipcios) y en el número de visitas que recibes. ¿Te imaginas hacer cola para poder leer la lápida de alguien a quien no conociste?

Pasa todos los días en el top de los camposantos: Le Pere-Lachaise de París. No hay nada como contar con unos buenos jardines y un programa de difuntos a la altura del mejor Benicàssim o Primavera. Oscar Wilde, Édith Piaf, Moliere, Balzac, Chopin, Victor Hugo, Marcel Proust y el cabeza de cartel, el que arrasa en asistentes, Jim Morrison. Te plantas delante, callas un momento, y notas que una corriente recorre tu cuerpo. Es el efecto cementerio.

jim_morrison_nanidob
Imagen vía.

Perderse entre muertos y ardillas

Para los amantes de la música clásica, es imprescindible acercarse hasta el Zentralfrieldhof de Viena. El reto es encontrar las tumbas de Beethoven, Brahms, Schubert y Strauss sin perderse. Claro que si la orientación funeraria tampoco es tu fuerte, puedes terminar depositando todas tus esperanzas en una ardilla que parece saber por dónde se mueve. No nos engañemos, estos roedores no son Google Maps y como mucho tendrás la suerte que te lleve por la parte judía. Sí, he usado la ardilla para enlazar con el cementerio judío de Cracovia. Bonito, pero, sobre todo, cargado con el peso de la historia.

Imagen vía.
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Hacer una pausa en Nueva York

Vas de viaje por el mundo en primavera, te dejas caer por el cementerio Woodlawn del Bronx de Nueva York y resulta que justo es el día en que se celebra un concierto en homenaje a uno de los difuntos más célebres enterrados allí, Duke Ellington. Los cementerios de Nueva York son un buen sitio para parar a descansar. Son espacios tranquilos, aunque estén en medio de Wall Street, con bancos que invitan a sentarse a leer un rato o tomar un café. Hay lugareños (si es que en Nueva York existe esta especie) que comen su sándwich mientras leen el iPad y grupos de niños que hacen actividades y juegan.

Imagen vía.
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Sorpresas funerarias

Llegados a este punto, debo aclarar que no planifico mis viajes según los cementerios. Es cierto que a veces, aprovechando que estoy cerca, los busco. Otras, se presentan como pequeñas sorpresas en el recorrido. Puede pasar, por ejemplo, con el de Sin en Huesca. Parece sacado de un cuento. O descubrir que desde el Dos prazeres tienes unas muy buenas vistas de Lisboa.

Imagen vía.
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En el fondo, desde este punto de vista, los cementerios son un buen modo de acercarnos a la historia de un pueblo o ciudad, hacer de groupie de muertos ilustres o, simplemente, celebrar que estamos vivos. Y, entre tú y yo, si el piso tiene vistas al mar, mejor.

Imagen de portada vía

Hasta puede que tengas vistas a esculturas de artistas ilustres y, con un poco de suerte, puedas decir que eres vecino de alguien famoso. “¡¿Vecino?! ¿Y cómo es?”, te preguntarán los amigos. “Pues calladito, muy discreto”, responderás.

[redbox text=”La muerte provoca cierto mal rollo, pero, en este caso, estoy segura de que es como aquella mancha de humedad en el techo del dormitorio, llega un momento que ni la ves.” position=”right”]

Entiendo que lo de la muerte provoca cierto mal rollo, pero, en este caso, estoy segura de que es como aquella mancha de humedad en el techo del dormitorio, llega un momento que ni la ves. Y por lo que dice Mecano, los muertos no son de buscar problemas, ellos montan sus fiestecitas, salen a dar vueltas, pero, eso sí, nunca pasan de la puerta. Así pues, para ver el plan que tienen montado, tenemos que ser nosotros los que les visitemos.

Aquí tienes una lista de algunos cementerios y las excusas por las que vale la pena cruzar la entrada.

Poblenou con velas

No es lo mismo ir a ver a tus muertos que visitar a los de otros. Yo me aficioné a esa segunda opción después de la ruta nocturna al cementerio de Poblenou de Barcelona. Dos veces al año, por Todos los Santos y en primavera, organizan itinerarios a la luz de las velas. El recorrido se convierte en un viaje por la historia del siglo XIX e inicio del XX de la ciudad. A través de sus nichos y panteones, algunos planteados por primeras espadas de la arquitectura y la escultura de la época, descubres cómo ha crecido y evolucionado la sociedad.

poblenou
Imagen vía.

Busca la tumba de “El Santet” (“El Santito”). El pobre murió joven, a los 22 años. Aseguran que era muy buena persona y que tenía cualidades milagrosas. Aún hay quien lo venera para pedirle favores.

Visitas a tumbas

“El Santet” no es el único que recibe visitas un tanto extrañas. Durante décadas, la madrugada del 19 de octubre, coincidiendo con la fecha del nacimiento de Edgar Allan Poe, un misterioso caballero con abrigo, bastón y cubierto con un sombrero y bufanda blanca dejaba una botella de coñac a la mitad y tres rosas en la tumba del escritor en Baltimore. ¿Por qué? No se sabe. ¿Quién era? Tampoco. ¿Se había pimplado él la otra mitad de la botella?

poe_neekou
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Cementerios “mainstream”

Y es que si de algo sirven los cementerios es para darse cuenta de que lo que es el concepto, lo que diríamos estirar la pata, es igual para todos. ¿Dónde están las diferencias? En las tumbas (que se lo pregunten a los faraones egipcios) y en el número de visitas que recibes. ¿Te imaginas hacer cola para poder leer la lápida de alguien a quien no conociste?

Pasa todos los días en el top de los camposantos: Le Pere-Lachaise de París. No hay nada como contar con unos buenos jardines y un programa de difuntos a la altura del mejor Benicàssim o Primavera. Oscar Wilde, Édith Piaf, Moliere, Balzac, Chopin, Victor Hugo, Marcel Proust y el cabeza de cartel, el que arrasa en asistentes, Jim Morrison. Te plantas delante, callas un momento, y notas que una corriente recorre tu cuerpo. Es el efecto cementerio.

jim_morrison_nanidob
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Perderse entre muertos y ardillas

Para los amantes de la música clásica, es imprescindible acercarse hasta el Zentralfrieldhof de Viena. El reto es encontrar las tumbas de Beethoven, Brahms, Schubert y Strauss sin perderse. Claro que si la orientación funeraria tampoco es tu fuerte, puedes terminar depositando todas tus esperanzas en una ardilla que parece saber por dónde se mueve. No nos engañemos, estos roedores no son Google Maps y como mucho tendrás la suerte que te lleve por la parte judía. Sí, he usado la ardilla para enlazar con el cementerio judío de Cracovia. Bonito, pero, sobre todo, cargado con el peso de la historia.

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Hacer una pausa en Nueva York

Vas de viaje por el mundo en primavera, te dejas caer por el cementerio Woodlawn del Bronx de Nueva York y resulta que justo es el día en que se celebra un concierto en homenaje a uno de los difuntos más célebres enterrados allí, Duke Ellington. Los cementerios de Nueva York son un buen sitio para parar a descansar. Son espacios tranquilos, aunque estén en medio de Wall Street, con bancos que invitan a sentarse a leer un rato o tomar un café. Hay lugareños (si es que en Nueva York existe esta especie) que comen su sándwich mientras leen el iPad y grupos de niños que hacen actividades y juegan.

Imagen vía.
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Sorpresas funerarias

Llegados a este punto, debo aclarar que no planifico mis viajes según los cementerios. Es cierto que a veces, aprovechando que estoy cerca, los busco. Otras, se presentan como pequeñas sorpresas en el recorrido. Puede pasar, por ejemplo, con el de Sin en Huesca. Parece sacado de un cuento. O descubrir que desde el Dos prazeres tienes unas muy buenas vistas de Lisboa.

Imagen vía.
Imagen vía.

En el fondo, desde este punto de vista, los cementerios son un buen modo de acercarnos a la historia de un pueblo o ciudad, hacer de groupie de muertos ilustres o, simplemente, celebrar que estamos vivos. Y, entre tú y yo, si el piso tiene vistas al mar, mejor.

Imagen de portada vía

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Solo llego puntal cuando voy al cine, no sé resistirme a un mal plan y soy tan inútil orientándome que me perdería en mi propio museo. Espero que algún día declaren las patatas chips pilar de la dieta mediterránea. Me acompaña un ratón vaquero de nombre Cowmouse.