Perú es la sorpresa, la luz, el color, la humedad, la gastronomía y el pisco. La historia de cómo un viaje sin expectativas acaba siendo EL VIAJE. Mayúsculas, negra, cursiva y subrayado.

Mi encuentro con Perú fue un viaje sin preaviso. De hecho tuve que ir por trabajo, en un momento en el que no me hacía especial ilusión y no tuve tiempo ni ganas, lo siento, de documentarme ni interesarme lo más mínimo por los usos y costumbres de la zona. Inculto que es uno.

Así que, sin más tiempo de reacción que las tres pelis americanas que me tragué durante el vuelo, aterricé, cual sueco desubicado en el aeropuerto Jorge Chávez, pensando que el Quechua era un invento de Decathlon, pero ávido de aventuras… creo.

Perú Monumental

Como buena ciudad costera, Lima tiene humedad. Mucha humedad. Además en ese momento era invierno, y la famosa neblina limeña cubría como un suave manto gris toda la ciudad (me dijeron que si puedes ver a menos de 1.000 metros no se considera niebla sino neblina).

De camino a mi hotel, mi anfitrión tuvo el detalle de enseñarme el centro histórico de Lima, lidiando con un tráfico caótico regido por reglas propias entre las que destaca el arte de atajar por callejuelas secundarias cual 007 en plena persecución. Pero pronto me olvidé de la humedad, el aire denso y gris y el desorden. Cautivado ya por el aroma de las melodías de Chabuca Granda, me encontré descubriendo imponentes casas y palacios coloniales, la espectacular iglesia de San Francisco de Asís y el Museo de Arte de Lima. Déjame que te cuente, Limeño.  

Por la tarde, aproveché el momento de ensoñación para escaparme a la ruta de los malecones. Y claro, yo que soy cool desde pequeñito no pude más que irme a Miraflores: el malecón Cisneros, el malecón de la Reserva, el Puente Villena y el malecón 28 de Julio (llamado de los franceses). Las vistas de la costa verde y del mar son alucinantes, como para quedarte a vivir un tiempo razonable. No sé, una eternidad por ejemplo.

Tengo que recordar que llegué a Lima por accidente, y por obligaciones, así que no pude hacer mucho más y me quedé sin visitar las misteriosas ruinas de Machu Picchu y sin conocer la historia inquietante sobre esta ciudad perdida… prometo volver y contarlo.

Al mal tiempo, buena comida

Estando ya encasillado en mi papel houdinero, una vez más, la ciudad me conquistó por el estómago (barriga ya), y desde ese momento supe que Perú quedaría grabada para siempre en mi corazón de carpanta.

Esa semana en Lima fue un espectáculo, una explosión de sabor y color, una demostración de poder en toda regla. Disfruté como no recordaba haberlo hecho en ningún otro restaurante del mundo (y sabéis que soy de paladar exigente). Probé cientos de combinaciones deliciosas y sorprendentes, fruto de una elegante fusión de influencias europeas y niponas. Me enamoró la riqueza cultural que destilan los platos y cómo los cocineros transmitían sus orígenes a través de una materia prima totalmente desconocida para mí.

Me encanta el orgullo con el que lo cuentan y las ganas que tienen de hacerte partícipe. En otra vida seré plato peruano.

Empecemos por el principio: aperitivo de pisco.

Perú sabe a pisco

El pisco es excelvilloso. Dadme un pisco y dominaré  el mundo. Dadme dos y llevadme a casa. Es un destilado de uvas pisqueras, de aroma y fragancia inconfundible. En Lima tomarás un aperitivo de pisco antes de cualquier acto social que se precie. Sabe al sol de la costa sur peruana macerado con la sabiduría ancestral de las tinajas en las que se almacena, ¿cómo os quedáis?

Su versión más conocida, el Pisco Sour, un combinado de pisco, limón, azúcar y clara de huevo, fue obra de un genio, un hombre que amaba a la humanidad seguro: el propietario de un bar en Lima, y el invento se fue extendiendo entre las altas esferas de la ciudad. Hoy, el Pisco Sour es tan famoso en Perú que el primer sábado de mayo se celebra el “Día del Pisco Sour” y es oficialmente Patrimonio Cultural de la Nación.

Yo, una vez lanzado al descubrimiento de América (versión gastronómica), decidí probar durante mi estancia los cientos de combinaciones con pisco y debo reconocer que nada tienen que envidiar a la Ginebra. Descubrí que el cóctel Chilcano, por ejemplo, lleva el mismo nombre que  una sopa de pescado porque se le atribuyen las mismas propiedades reconstituyentes. Siguiendo mi afán de documentación probé el Pisco Tonic, el Andes Amables, combinado con Vodka y suavizado con limón y el Capitán (el Manhattan peruano), que se combina con vermut rojo. Perú se recorre alegremente de ida y alegremente (en zig-zag) de vuelta.

Súper alimentos

Por si alguien no se había dado cuenta, los nuevos superhéroes del S. XIX han desbancado a Superman, Spiderman, Batman y cualquier man que tuviera su momento de gloria en el pasado. El único que sigue en pie es Barman…

Los Super Foods han venido a conquistar el planeta Tierra y son difíciles de identificar para nosotros los mortales, porque vienen en forma de súper frutas, súper hortalizas, súper pescados, súper granos, súper raíces y súper hierbas. Paradójicamente no se encuentran en súper mercados…

©NPH Perú

Esto lo tenía más o menos identificado antes de mi viaje a Perú, pero mi periplo gastronómico me sirvió para poner de manifiesto el límite de mi ignorancia en este terreno: infinito.

Para ilustraros brevemente, la Chía, por ejemplo, tiene Omega 3, calcio, hierro, fósforo, vitamina A, potasio, magnesio, niacina, zinc, fibras solubles y antioxidantes naturales; ayuda a controlar los niveles de colesterol y refuerza el sistema inmunológico. Y así pasa con la quinua, el aguacate, el maíz morado, el mango, el espárrago, la granada, la yuca, la maca, el algarrobo, el camote, el ají, el cacao…parece una alineación que deberían cerrar El Cholo Sotil o el Loco Vargas, pero no.

La verdad es que necesitaría un capítulo aparte para describir sus propiedades antienvejecimiento, energizantes, antioxidantes y nutracéuticas; sobre todo para buscar su significado. Yo tuve la suerte de que un ingeniero agrónomo autóctono me lo contara de forma mucho más ilustrada de lo que podría hacerlo yo ahora, así que mejor informaros debidamente.

Como Remate final, os dejo tres píldoras importantes:

  • Aquellos que soñáis con ser Teresa Izquierdo, Gastón Acueio o Toshiro Konishi estáis de enhorabuena: hay un montón de showcookings y talleres de cocina peruana para aprender a disfrutar de esta cultura. Intentad no quemaros las pestañas, pero si lo hacéis, aún así seréis felices con esta gran experiencia. Y quedaréis monísimos.
  • Como me quedé con las ganas de mucho más, os dejo una selección de circuitos gastronómicos en Perú para los que quieran contrastar mi versión de los hechos sobre el terreno. ¡Contádmelo y traedme pisco!

Y lo más importante. Además de comer, en el fondo, soy un buen Sr. Azul. Y me han soplado que este mes, Atrápalo ha decidido que el Redondeo Solidario también viaje hasta Perú. Así, comprando cualquier producto en Atrápalo estaréis colaborando en la alimentación de un año de los niños de la casa Santa Rosa de la ONG Nuestros Pequeños Hermanos de Perú, situada en la cálida y tranquila ciudad costera de San Vicente de Cañete, a dos horas al sur de Lima. Ahí encuentran su hogar y su familia más de 100 niños y niñas huérfanos o sin padres que puedan hacerse cargo de ellos. Como siempre, Atrápalo dobla la donación, así que os dejo unas cuantas buenas excusas para que una vez más, el placer sea doble.

©NPH Perú

No diréis que no pienso en todo para que vosotros, pequeños padawans del escapismo, podáis aprovechar al máximo mis experiencias. ¿Un Pisco?

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Siempre creo que me he dejado la llave del gas abierta.