El Teatro Quevedo, en la castiza calle Bravo Murillo, llama la atención desde fuera por su enorme escaparate de cristal y su ambiente moderno. Nos adentramos en él.

Si te despistas un poco y entras sin fijarte en el exterior, necesitarás alguna pista para darte cuenta de que estás en un teatro: un cartel indica que la sala está situada en el piso de abajo. Una ventanita señala el lugar en el que se encuentra la taquilla. Estás en “La ante-sala”, el bar del Teatro Quevedo. Un sitio muy acogedor en el que puedes tomarte un mojito antes de la obra, ir a merendar o comprar palomitas y un refresco para acompañar la función.

Nos aprovisionamos, vaciamos las vejigas y bajamos a la sala. Es el día del estreno y las butacas están llenas. El decorado nos pone en situación: unas columnas y unas telas que nos indican que estamos en la antigua Roma… o algo así.  No hay telón que pueda abrirse, así que la función empieza sencillamente cuando se apagan las luces. Empieza Rómulo el Magnífico —dirigida por José Manuel Pardo— y, con ella, las sonoras risas del público.

El ritmo de la obra, los cambios de tono y la alternancia constante de personajes hacen que sus 90 minutos se pasen volando. La Roma del emperador Flavio Rómulo Augusto da, en realidad, una excusa para enfrentar el panorama actual con un humor cargado de chistes políticamente incorrectos. Los actores son tan cercanos que te sentirás un poco como si estuvieras en el salón de casa viendo a tus colegas representar una obra que han preparado para entreteneros. Eso sí: con muchas horas de ensayo detrás, como esos looks despeinados-pero-peinados. Y consiguen entretener, porque las risas y los cuchicheos emocionados son constantes.

Intentar contaros algo sobre la obra sería destripárosla, y no queremos eso, ¿verdad? Solo diré que algunos de los personajes os van a resultar sorprendentemente familiares sin necesidad de haber abierto un libro de historia en vuestra vida. Por ejemplo, Toño Balach trae a la vida a la hija del emperador, pero también a una conocida mujer actual. Y hasta ahí puedo escribir. La música quizás tampoco es la que esperarías escuchar en la antigua Roma —que, ejem, todo el mundo sabe cuál es, ejem—. Y que si crees que no se pueden hacer chistes con según qué cosas, igual este no es tu sitio.

El resto del mundo disfrutaréis de la obra casi seguro. Después de la función, algunas personas comentaban cosas como que es una “Simple pero ágil y divertida sátira sobre personajes históricos del final del Imperio Romano. Caótica, absurda, histriónica pero entretenida”. Y es que, con la que está cayendo, a veces no podemos más que reírnos, ¿no crees?

Yo no soy muy de ver los tráiler porque tengo la sensación de que me acabo haciendo ideas equivocadas. No obstante, si queréis un adelanto del trabajo de Pedro Muñoz y Luisant Rodríguez, os dejo por aquí un pequeño avance de la obra.

Créditos: Teatro Quevedo

De risas va la cosa y Rómulo no es la única opción que hay en cartel para pasar un buen rato. Maribel y la extraña familia, por ejemplo, es una adaptación de la obra de Miguel Mihura que tiene por protagonista —como quizás hayáis adivinado— a Maribel, una chica trans. Otra opción desternillante es Cinco mujeres con el mismo vestido, una comedia sobre el amor y las convenciones femeninas.

Ya lo sabes: adéntrate en el Teatro Quevedo y enfréntate a Rómulo el Magnífico bajo tu propia responsabilidad. No tengo hojas de reclamaciones para las mandíbulas desencajadas ni ninguna otra dolencia ocasionada por el visionado de la obra. Puedes ver el espectáculo los sábados y domingos hasta el 8 de abril. Como dicen por ahí: derribarás el imperio a carcajadas.

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Crecí en el norte y viajo buscando el mar. Me encanta el olor de los laboratorios de fotografía y los libros viejos. A veces me pongo digital y escribo en blogs sobre cosas.