Dicen que no hay nada como vivir en una ciudad para no conocerla. Hace un tiempo me dije que tenía que descubrir los rincones que me rodean… y eso me ha permitido conocer la Sala Arapiles 16 a unas pocas calles de mi casa, en pleno Chamberí.

Hace un tiempo una amiga me dijo: “Oye, que voy a visitarte, vete pensando en algún plan”. Ella ya ha estado varias veces en Madrid y eso nos permite hacer planes más cotidianos. La obligada visita al Prado y al Palacio Real están superadas. Y bueno, sí, saber dónde sirven los tercios más baratos de Madrid está guay, pero la cosa no da para un finde entero. Así que, tras los primeros instantes de pánico, me dije que tenía que conocer mejor los rincones que me rodean. Los pequeños museos, las salas de concierto o los teatros.

Me encanta el teatro. Recuerdo cuando nos llevaban a ver alguna obra en el colegio. Salir del centro en horario escolar ya era toda una aventura, pero era también emocionante por lo que íbamos a ver. A día de hoy, esa emoción me dura. Cada puesta en escena cuenta una nueva historia que nunca deja indiferente. Puedes sentir la energía de los actores y actrices. Incluso sus nervios. Y todo eso “te llega” mucho más que cuando ves una película. Más que cuando escuchas a Pablo Alborán un día de lluvia.

Sonríe, estás vivo

En esta ocasión la obra que he ido a ver a Arapiles 16 es Óscar o la felicidad de existir. Cuando estaba informándome sobre ella me llamó la atención que solo hubiera una actriz: Yolanda Ulloa. Pero ella basta y sobra encima del escenario. Lejos de ser un monólogo, Yolanda interpreta hasta 10 papeles de una forma impresionante. Te imaginarás sin esfuerzo al protagonista y sus amigos, porque Bacon, Popcorn, “La China” o Peggy Blue cobran vida en la voz cambiante de la actriz.

El texto original es de Eric Emmanuel Schmitt, autor también de El señor Ibrahim y las flores del Corán, que fue llevada al cine hace unos años con gran éxito. Óscar o la felicidad de existir forma parte de una tetralogía que tiene siempre un niño como protagonista y las religiones como hilo conductor. La completan Milarepa, sobre el budismo; El hijo de Noé, sobre el judaísmo, y la ya mencionada El señor Ibrahim y las flores del Corán, que habla del sufismo.

En esta ocasión, Óscar es un niño de 10 años que tiene cáncer y al que los mayores no se atreven a contarle la verdad. De la mano de Mami Rosa, este pequeño que ya no cree en Papá Noel se acercará al dios cristiano, o más bien al suyo propio, al que escribe cartas en papeles de colores. Yo reconozco que soy de lágrima fácil, pero te aseguro que la obra te va a emocionar. Y no solo por la temática —que también ayuda— sino por la fuerza de la prota, que te hace empatizar con los distintos personajes como si los estuvieras viendo.

La representación, con una puesta en escena sencilla pero muy visual, es un viaje de apenas poco más de una hora por toda una vida. Una vida llena de alegrías, de aprendizajes y también de miedos y penas. Nos acerca, de una manera humorística y con un toque ácido, a la muerte, pero también a la emoción de vivir, y nos lanza un mensaje: “Mira el mundo cada día como si fuera el primero que vives”.

Así que ya sabes. Emociónate con Óscar o la felicidad de existir hasta el próximo 25 de febrero en la Sala Arapiles 16. Y, además, con descuento. Las risas, y alguna lagrimilla, están garantizadas.

mm
Crecí en el norte y viajo buscando el mar. Me encanta el olor de los laboratorios de fotografía y los libros viejos. A veces me pongo digital y escribo en blogs sobre cosas.