Encontrar un espacio milimétrico para clavar la sombrilla. Otra colchoneta, una Coca Cola en el chiringuito y el parking lleno a las 8 de la mañana. Sabemos que tienes muchas ganas de verano, pero quizás este año haya llegado el momento de mirar hacia el norte. Irlanda entona una leyenda estival que se cuela entre sus campos de trébol y sus acantilados, pueblos costeros cuyos platos esconden cientos de historias y hasta fenómenos como la bioluminiscencia. Pero vamos por partes.
El truco consiste en ir a tu aire, coger un coche, reproducir tu playlist de U2 al máximo y dejarte llevar. Los dioses, los fuegos fatuos y el canto de las sirenas te guiarán hacia sus secretos. La mejor opción es conducir por la Ruta Costera del Atlántico, entre Donegal y Cork, para hacer una parada y sentirte la primera persona del mundo en llegar a esa playa. Una panorámica, un faro y varias tablas que alguien ha dejado olvidadas. La costa oeste de Irlanda es uno de los mejores lugares del mundo para la práctica de surf, ideal para enlazar con unos días de glamping bajo las estrellas.
Y un festival, claro. Los melómanos están de suerte, porque Irlanda es un paraíso de los eventos de verano: desde el Westport Folk and Bluegrass Festival hasta el Sea Sessions Surf and Music Festival, pasando por el excéntrico Camp Dalfest y el A Taste of West Cork. Por si no tienes suficiente, el Puck Fair es una feria en la que los irlandeses coronan a una cabra como rey del pueblo. Y no, no es broma.
Pero que no te alcancen las rocas. Hay un gigante en Escocia y otro en Irlanda que no paran de lanzarse piedras y así ha quedado la Calzada del Gigante, ese conjunto de columnas de basalto que bien podrían pertenecer a otro planeta. Hay un banquete en tantos castillos esperando y una sirena que aún busca la capa que un pescador de Moher le robó tras un beso bajo los acantilados. Fresquito y una manta en julio. Que no falte un irish breakfast pero siempre dejando hueco para las delicias que te ofrecen los pueblos costeros de Irlanda.
A Howth se llega en barco para disfrutar de las mejores marisquerías de Dublín, seguido de una ruta circular y una visita a la pequeña isla “Ojo de Irlanda”. ¿Es eso un barco lleno de vikingos? Irlanda ya te hace efecto, sobre todo cuando llegas a la cercana Dún Laoghaire, donde en 1807 dos barcos se batieron en duelo durante más de doce horas con una terrible tormenta que lo puso todo perdido. Las pintas en Dalkey saben mejor junto al mar, y el color esmeralda aquí todo lo invade hasta llegar la noche.
Con suerte, tras contemplar esa carrera de caballos junto al mar, quizás mires al cielo y te sorprenda una aurora boreal que ha llegado más allá de sus dominios. En el Parque Phoenix, la zona verde urbana más grande de Europa, los gamos están revolucionados. Todo cambia, algo mágico está naciendo desde los rincones más insospechados de Irlanda. En Kerry y Cork la bioluminiscencia se apodera de sus playas y, por un momento, dudamos de si las estrellas están en el cielo o aquí abajo.
Alguien apunta con su espada desde lo alto de una torre, todos los tréboles apuntan hacia ti y se oyen grandes pisadas. Tú prosigues por la Ruta Costera de la Calzada y una piedra sobrevuela el cielo. Esta vez te has librado. Los gigantes siguen luchando y tú has descubierto el gran secreto: ya formas parte de esa leyenda milenaria que entona Irlanda cada verano.