Escápate

Y yo sin saber que Gijón era verde

Gijón merece unos días extra para explorar sus alrededores.

Volando en parapente sobre la costa de Gijón Asturias by machbel

Yo que me las doy de estar hermanado con el norte y que prefiero el recio Cantábrico al cálido Mediterráneo, no sabía que más del 80% del territorio del conceyu de Xixón es rural. Quintanas, praderías, dehesas, montes… Reconozco que en mi historial viajero predomina la toma de posición y conquista de una pequeña zona de confort en alguna calle empedrada de Gijón tomando sidra. Sin embargo (serán cosas de la edad) he descubierto que Gijón, más allá de ser una de mis ciudades favoritas de España, merece unos días extra para explorar sus alrededores y darse un auténtico baño de naturaleza.

Buenos tiempos para empezar a andar

Si eres de los que saben calzarse bien y aprovechar el verano para reventar el cuentapasos del iWatch, has llegado al lugar adecuado. Por las sendas verdes del conceyu Xixonense puedes recorrer las riberas de los ríos Piles, Peñafrancia o Ñora, y sumergirte en humedales, bosques, fuentes, carbayeras, calas y acantilados. 

Lo primero que deberías hacer es entrar en el Jardín Botánico Atlántico, que es lo más parecido a sumergirse en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas, con bosques encantados como la Carbayera del Tragamón, el bosque de los niños o la aliseda. Se supone que en el laberinto del Jardín Botánico la gracia es encontrar la salida, pero reconozco que yo estuve tentado de perderme definitivamente. Y es que si viajas a lo largo y ancho de la flora asturiana encuentras esa mezcla de verdes de castaños y robles como los de Carbayera de Granda, de negrillos, álamos, fresnos y sauces, de pinos y eucaliptos gigantes como los de Carbayera de Deva. Y por supuesto el Texu (tejo, para los foráneos); un árbol milenario considerado por los antiguos astures el árbol de la vida y de la muerte.

Otro recorrido que me enamoró es la Senda del Cervigón, conocida también como la senda de las esculturas, que te lleva hasta la playa de La Ñora. Nueve kilómetros de paseo junto al mar sembrado de esculturas entre acantilados, parques, pedreros y pequeñas playas que se avistan desde pequeños miradores naturales. También está la senda de Río Ñora, para un auténtico baño de bosque, y la del Peñafrancia, que combina la frondosidad con un patrimonio histórico, artístico y etnográfico suficiente para alimentar durante siglos las leyendas y mitología de la zona. 

Si quieres verlo todo a vista de pájaro, sube al mirador de Picu’l Sol, desde donde se divisa toda la ciudad, el conceyu y más allá. Y, al menos una noche, hay que ir al observatorio de estrellas del Monte Deva.

Ahora viene la parte friki: Lo reconozco, tengo debilidad por las parroquias rurales. No sé si es por la paz que se respira en esos pequeños templos de pueblo, a menudo abandonados o con cuatro feligreses que siguen fieles a sus costumbres tranquilas. O porque parecen puertas del tiempo, atrapadas en el encanto de una vida sin prisas. El caso es que en los alrededores de Gijón conseguí colmar mi fetichismo místico y visitar hasta veinticinco parroquias: Baldornón, Bernueces, Cabueñes, Caldones, Cenero, Deva, Fano, Fresno, Granda, Huerces, Jove, Lavandera, La Pedrera, Leorio, Poago, Porceyo, Roces, Ruedes, Santurio, Serín, Somió, Tacones, Tremañes, Vega y Veriña. Recogimiento, reflexión y paz sin necesidad de posturas extrañas de yoga. Y, además, culturizándote.

Otro de mis últimos descubrimientos fue el Parque del Cabo San Lorenzo, al este de la ciudad, unos terrenos militares adaptados para el disfrute de los civiles cerca de la Ermita de la Providencia y diversos merenderos y sidrerías. 

El coche siempre es una buena opción

Si has leído hasta aquí pero no estás hecho para ejercitar las piernas, tranquilo, no eres el único. Para todos aquellos que quieran descubrir las maravillas de esta zona sin sudar, existen muchas opciones para disfrutar en coche.

Una de mis favoritas es la ruta por las zonas occidental y central del conceyu, que en unas 3-4 horas en coche te permite visitar la esencia del mundo rural. Me enamoré de las casas de labranza con sus hórreos, sus paneras y sus huertas. Ya os he dicho lo de mi debilidad por las iglesias, así que si optáis por esta ruta, no dejéis de visitar la iglesia románica de Sta. María Magdalena, en Ruedes, que data del s. XII.

Otra buena opción es hacer una ruta hacia el este para viajar al pasado de Xixón viendo casonas de la nobleza local y hórreos centenarios entre prados siempre verdes y frondosos. Por otra parte, la ruta la mar de verde es perfecta para los amantes de la luz de la parte más verdemar de Xixón. Desde la playa de San Lorenzo puedes bordear el mar Cantábrico hasta adentrarte en las parroquias rurales del sureste, llenas de todos los matices del verde.

Vale, ya nos hemos dado un atracón de naturaleza, pero no sólo de savia vive el hombre. Si has venido a Gijón, no puedes volver sin ser un auténtico sumiller sidrero. Hay más de veinte llagares en la zona rural de Gijón en los que puedes ver todo el proceso de elaboración, desde la pumarada hasta el embotellado. Si aprendes a escanciar y a beber la sidra directamente del tonel ya puedes decir que eres medio asturiano. Y después de varias, te lo crees. Porque todo el mundo sabe que la sidra no es una bebida, es una forma de vida. En Infogijón puedes informarte de todas las visitas guiadas para elegir un llagar donde completar tu ruta.

Tendría muchas más cosas que escribir sobre mi nuevo descubrimiento del Gijón rural, pero os dejo algo para que lo exploréis por vosotros mismos este verano. 

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Siempre creo que me he dejado la llave del gas abierta.