Cuando viajamos hacemos cosas raras. Como encender la tele en el hotel de Abu Dhabi para certificar que efectivamente no entendemos nada.

Los pulmones necesitan aire. El corazón necesita sangre. ¿Y la mente? ¡¡CAMBIO!! Y eso es justo lo que haces cuando viajas: cambiar. Sales de tu querida (y odiada a la vez) zona de confort y empiezas a hacer cosas raras. Como impulsado por una fuerza superior. ¿Será el síndrome de Wanderlust que te hace viajar sin parar y se te va la olla a Camboya? ¿Será el desconocimiento del medio? ¿Te echan algo en la bebida del avión? Nadie lo sabe. Cuando viajas, todos, y digo todos (sí, tú también) haces muchas cosas que no tienen ni pies ni cabeza. Pero como dijo Jack El Destripador, vayamos por partes:

El principio (de la locura)

1. No luches contra tu destino. Da igual lo que hagas. Te vas a dejar el cepillo de dientes.

2. Te crees muy listo por llevar el abrigo puesto, que no te cabe en la maleta, pero luego acabas hasta las narices de cargar con él por todo el aeropuerto. Después, cuando llegas a tu destino, hace un sol espléndido. Ole, ole y ole.

3. Da igual las veces que hayas probado que tu maleta es de las pequeñas y no hace falta que la factures. Cuando vas a embarcar, rezas para que no te la hagan meter en el cacharro ese con las medidas, no vaya a ser que haya agrandado en el armario mientras no mirabas…

4. Te sientes súper original subiendo a Instagram una foto de la ventanilla del avión en el que se ven las nubes como si fueran esponjas de azúcar. Y hace dos días estabas criticando a tu prima por hacer lo mismo.

5. Nada más llegar, enciendes la televisión del hotel aunque sabes a ciencia cierta que no vas a entender nada de nada. La apagas a los cinco minutos.

Los primeros síntomas

6. Los primeros días vas a todas partes andando, te parece que todo está cerca y después de unos días (y con un dolor de pies considerable) coges el metro o el autobús hasta para ir al lado. ¿No crees que hubiera sido buena idea dosificar las fuerzas desde el principio? Nooo, eso sería si tuvieras cabeza pero estás de viaje y no hay nadie al volante.

7. Si consigues interpretar un mapa y llegar al sitio que estabas buscando, te sientes como si fueras Cristóbal Colón descubriendo América.

8. El primer día escribes un diario con todo lo que ha pasado hasta ese momento, con un nivel de detalle altísimo. Pones hasta la comida que te han servido en el avión. Y ya no vuelves a escribir en ese diario nunca más. Tienes un montón de cuadernos en tu casa con el primer día de un montón de viajes…

9. La guía del lugar es tu nueva religión: si pone que tienes que ver algo, es que tienes que verlo. No hay discusión. ¿Por qué? Porque lo pone ahí, y a callar todo el mundo.

Cuando pierdes la cabeza (el viaje)

10. De pronto, llevas una botella de agua a todas partes sin saber muy bien por qué. Como si no pesara en la mochila…

11. Poseído por una maldición gitana, acabas comprando chuminadas que no necesitas en un mercadillo muy bonito, que tiene las mismas chuminadas que el mercadillo de tu barrio.

12. Te vuelves un hocico fino y quieres probar todos los sabores extraños que puedas, pero en el fondo añoras los huevos fritos con chorizo de tu madre.

13. Y por añorar, si algo añoras por encima de todo es el sofá de tu casa. De pronto, en la distancia, como si acabaras de aprender a echar de menos, te das cuenta de que es el sofá más cómodo del mundo.

14. Te entran unas ganas locas de ver museos. En la ciudad donde vives hay mil museos y no vas a ni uno. Pero si viajas a Nueva York no te pierdes, el Metropolitan, el Museo de Historia Natural, el Moma, el Whitney….

15. Con los musicales pasa tres cuartas partes de lo mismo. Tienes que ir a Broadway y ver un musical. Porque aunque no te gusten los musicales… esto… mmmm… lo pone en la guía, y a callar todo el mundo.

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Luego ves las fotos del viaje y piensas que ese no eres tú, pero sí que eres tú. Es ese TÚ inconsciente en el que te conviertes cuando viajas. Es tu alter ego viajero. Acostúmbrate. Vas a tener que tratar con él más de una vez. Es lo que hay. ¿Y por qué te tienes que acostumbrar a tu alter ego viajero? Porque lo pone en la guía, y a callar todo el mundo.

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Lo que más me gusta del siglo XXI es que todavía seguimos usando un palo metálico que pone El Siguiente para distinguir nuestra compra de la de los demás en el supermercado.