Alberobello es el típico destino imposible de olvidar. En cuanto empiezas a recorrer sus calles salpicadas de trulli tu cabeza empieza a viajar en el tiempo y el espacio. A mí personalmente me pareció estar visitando el pueblo de los enanitos, con la magia de las calles mediterráneas y el sabor rústico de las cabañas alpinas. En realidad estás en la región de Puglia, en Italia, entre las provincias de Bari, Brindisi y Taranto.

Pero vamos por partes:

Con más de 1.500 Trulli inscritos, esta pequeña joya de tierra en el Valle de Itria está reconocida en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. Es precisamente su arquitectura prehistórica en piedra seca con tejados cónicos lo que hace mágico todo el valle de Itria, convirtiéndolo en el destino ideal para un viaje en el tiempo.

Lo que no sabía es que Alberobello no es tan antigua como parece. La historia es la siguiente: a finales del siglo XIV, los Condes de Conversano confiaron la gestión del territorio a unos campesinos, pero la ley del Reino de Nápoles exigía el pago de un impuesto por cada nueva villa construida, así que, para evitar el pago de ese impuesto, los campesinos construyeron los trulli con esa apariencia precaria, para que pudieran ser fácilmente demolidos en caso de inspección. 

En 1797 Alberobello se liberó de todas las obligaciones fiscales y de la servidumbre feudal de los Condes por decisión de Fernando IV de Borbón, rey de Nápoles. Empiezo a dudar de si la picaresca la inventamos los españoles o fueron los italianos. 

Alberobello

El centro histórico de Alberobello es tan pequeño que puedes (debes) recorrerlo a pie, así no te pierdes nada y puedes disfrutar como un enano entre sus pintorescas callejuelas.

La ruta empezaría en el Trullo Soberano, al norte de la ciudad, que es el único trullo de dos plantas y está amueblado con piezas originales de principios del siglo XX. A continuación, caminas hasta el Distrito Monti, el barrio más grande de Alberobello, con unos 1000 trulli: yo acabé como el sombrerero loco en Alicia en el País de las Maravillas. Ninguno es igual, pero llama especialmente la atención el Trulli Siamés, con dos conos fusionados en el centro, que simbolizan la historia de amor y odio entre dos hermanos. 

Y de ahí llegas al Rione Aia Piccola, el barrio más pequeño del centro histórico, con unos 400 trulli de uso residencial (a mí me encantó, pero no hay tiendas de souvenirs. En realidad no hay tiendas de ningún tipo. O sea, que es auténticamente residencial). 

En la Casa Pezzolla está el Museo del Territorio, que son 15 conos interconectados en los que podrás conocer la evolución de la cultura arquitectónica de Alberobello. La parte sobre dos plantas coronada por un frontón triangular representa las construcciones más recientes y la parte más antigua está representada por las pequeñas y sencillas construcciones cónicas ideadas para burlar al fisco napolitano. Y a todo esto, en realidad lo que hemos estado haciendo es esperar al atardecer, que hay que ver desde el sitio más espectacular de la ciudad: el Belvedere Santa Lucía

Y ahora sí, para saciar tus ganas de souvenirs, las tiendas de recuerdos y los talleres de artesanía local te acompañan hasta llegar a la cima de la colina por la Via Monte San Michele. Allí te espera la iglesia del trullo de San Antonio da Padova, única en el mundo, construida en 1927 y transformada en la década de los 60.

Trulli

Para comer en Alberobello te sugiero que empieces con la deliciosa pasta orecchiette, típica de Puglia, con grelos y anchoas saladas. De segundo, las más famosas del Valle de Itria: le bombette o bombitas de carne, rellenas de queso y hierbas. Y de postre, el barattie. Aunque también puedes probar las pettole, unas bolas de masa fermentada fritas en aceite caliente, típicas de las fiestas navideñas, que tienen la ventaja de que se pueden comer mientras caminas.

Y entonces te despiertas y ya has llegado a casa. Y aunque puede que te quedes con la duda de si todo fue un sueño, recordarás para siempre tu viaje al reino de los Trulli.

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No te tomes tan en serio, nadie más lo hace.