1. Termas de A Chavasqueira (Ourense)

Existe algo mejor que una piscina natural: una cuya temperatura superior a 60 grados nos permita obtener numerosos beneficios para nuestra salud. Esto es lo que proponen las termas de Muiño das Veigas, Ouratiz, Burgas de Canedo o, especialmente, A Chavasqueira, las cuales se asoman al río Miño brotando de una tierra con numerosas propiedades para bañistas en busca de una meca wellness alternativa. Además, no tendrás que preocuparte por el calor, ya que de todas las comunidades, Galicia siempre es la mejor propuesta a la hora de llevar tu sudadera en la maleta en un mes agosto. 

2. Charco Azul (La Palma)

En un archipiélago donde el agua aparece en los lugares más insospechados, el Charco Azul es uno de los más espectaculares. Ubicado en la costa de San Andrés, al norte de la isla de La Palma, se trata de un oasis donde las plataneras se funden con el negro de sus volcanes y el azul de una piscina que puede verse cubierta cuando el Atlántico ruge. Equipado con todos los servicios, el Charco Azul se convierte en otro motivo más para visitar una de las islas menos conocidas de las Canarias. 

3. Garganta de los Infiernos (Cáceres)

Al paisaje rosa de los cerezos del valle del Jerte le sale competencia en verano, concretamente entre la Sierra de Tormantos, la Sierra de Gredos y el río Jerte. Un conjunto de rutas de senderismo que desembocan en diferentes cascadas, arroyos y hasta 13 piscinas naturales en las que deleitarse con el frescor de una comunidad llena de secretos fresquitos (¡Hola Las Hurdes!).

4. Cueva del Gato (Málaga)

Si te encuentras pasando unos días por la bella ciudad de Ronda, no tienes más que conducir unos kilómetros hacia la frontera gaditana hasta descubrir la escondida Cueva del Gato. Formada por una caverna que drena el agua de los ríos Guadares y Gaduares, este escenario supone el mejor lugar en el que pasar el día con un pic-nic a base de molletes y buen vino (en la zona se encuentran algunas de las mejores bodegas de la provincia) antes de atreverte a nadar (o saltar) en unas aguas de lo más fresquitas. Quizás demasiado. 

5. Las Presillas (Madrid)

De todas las ciudades de España, siempre nos parece que Madrid es la que peor lleva el calor. Mitos aparte, la capital no solo cuenta con su propia “playa”, sino también con piscinas naturales como Las Presillas de Rascafría, las cuales aprovechan el cauce del río Lozoya. Envueltas entre bosques y montañas, estas porciones de placer veraniego invitan a pasar un domingo diferente como aperitivo a las vacaciones en la costa (o como compensación a la depresión post-vacacional). 

Existe más de una alternativa a las playas y las piscinas municipales: un híbrido en forma de piscinas naturales que suponen una opción incluso mejor a todos aquellos que odien la arena y quieran bañarse rodeados de montañas. 

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Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.