El invierno es a Dublín lo que la primavera a los cerezos de Tokio o el verano al Mediterráneo: una época que invita a ser vivida con los cinco sentidos (y una Guinness). La capital irlandesa se viste este año de un brillo especial, casi divino, para desplegar todos sus encantos más allá del ABC turístico de dulces, mercadillos y villancicos.

O-Connell Street at Christmas, Dublin

El Fin de Año en Dublín habla de las luces y coreografías de Liffey Lights en Custom House, de artistas en el Countdown Concert o la conmovedora interpretación de poemas en cada esquina. Museos como el EPIC (Museo Irlandés de la Emigración) y el Libro de Kells en el Trinity College ofrecen diferentes eventos y los pubs, ¡ay los pubs! Aquí podríamos quedarnos a vivir hasta el siguiente Fin de Año festejando entre pintas y pasteles de carne.

TradFest Dublin

Pero el 31 de diciembre es solo el aperitivo. Lo descubrirás del 26 al 30 de enero, fecha en la que te sorprenderá cierto temblor. El de las iglesias que tiritan y las catacumbas que parecen despertar al ritmo de la música folk y tradicional que inunda el Tradfest, considerado como el mejor festival de música tradicional de todo el mundo. El festival se celebra en Temple Bar, antigua fortaleza vikinga hoy convertida en el barrio más creativo de la ciudad.

Temple Bar at Christmas, Dublin

Y así, poco a poco, te darás cuenta de que el invierno en Dublín es como otra religión. El gigante Lonely Planet bien lo sabía al nombrar Dublín como una de las mejores ciudades para viajar en 2022 en su reciente lista Best in Travel. El principal motivo no es otro que el centenario de la publicación de Ulises, obra magna de James Joyce y mejor faro a ese Dublín que recorría Leopold Bloom: desde la farmacia de Lincoln Place donde compraba jabón de limón hasta el Pub David Byrnes, donde pidió un sándwich de queso gorgonzola y una copa de vino de Borgoña. Todos estos lugares se convierten en la mejor excusa para descubrir Dublín de una forma diferente en un mes de febrero lleno de eventos.

Dublín se vive de una forma especial en invierno, entre puentes y barrios georgianos, pubs atemporales y castillos de cuento. Un paraíso en cuyas calles se siente, como en ningún otro lugar, cierta frase de James Joyce que decía “no hay pasado ni futuro, todo fluye en un eterno presente”.

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Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.