Viaja a Belmonte
Belmonte es un municipio de Cuenca al que le sobra historia. Ligados a ella encontramos numerosos personajes importantísimos para la historia y cultura de España. Por ejemplo, es tierra del gran poeta y teólogo español del Siglo de Oro, Fray Luis de León, de Juana la Loca, del infante Don Juan Manuel, del famoso misionero Juan del Castillo, quien murió a manos de nativos en Paraguay y fue canonizado por Juan Pablo II. Por eso mismo, no es de extrañar que el municipio esté sembrado de bellos edificios que vale la pena visitar, especialmente de los siglos XV y XVIII, que fueron sus épocas doradas.
El Castillo de Belmonte es, quizá, su mayor tesoro. Construido en el siglo XV, es un claro representante del gótico-mudéjar. En su interior resalta el retablo mudéjar, bello y sorprendente, cuya estructura es la más peculiar de toda España. También, destaca la Colegiata gótica del siglo XV, construida sobre un anterior templo visigodo, que guarda con orgullo la pila donde fue bautizado Fray Luis de León, la sillería del coro, la primera sillería tallada con historias bíblicas de la península, y su órgano del siglo XVIII que aún se sigue utilizando en determinadas ceremonias. Asimismo, no se deben dejar de ver el antiguo alcázar, incluido en la Ruta del Quijote, el Hospital San Andrés, la Plaza de correos y telégrafos, antes colegio de la Compañía de Jesús y cárcel comarcal.
La belleza de esta tierra ha quedado inmortalizada en el séptimo arte en películas como “El Cid”, en donde el torneo a caballo de Rodrigo Díaz de Vivar fue rodado en la explanada del antiguo campo de fútbol, en una de las laderas del castillo; “El crimen de Cuenca”, de Pilar Miró o “El Caballero Don Quijote” de Manuel Gutiérrez de Aragón, protagonizada por Carlos Iglesias y Juan Luis Galiardo.
Sirvan como ejemplo de la belleza sorprendente que recibirá al visitante que decida adentrarse en la historia de la zona.
Por lo demás, cabe destacar el relax que acompañará al viajero, que disfrutará de paseos entrañables y tendrá oportunidad de sentarse en la Plaza del Pilar para contemplar algunos de los antiguos soportales que la rodean y de beber de su fuente de dos pilares agua dulce o salobre.