Fue la insurrección de los rebisnietos de Martí y de Maceo. El amotinamiento de la razón ilustrada frente los lacayos corruptos de la Mafia del tío Sam. La esperanza de los expoliados, en los fusiles escondidos al Pico Turquino, entrando en Santiago de Cuba. La revuelta de los dignos con hambre de aprender a leer y escribir. Los famélicos proclamando la sanidad, la educación, la cultura y la dignidad. La derrota de la encomienda yanqui en playa larga. El discurso de la soberanía de los pueblos a la asamblea de las naciones. La lucha contra el imperialismo allí donde se encuentre.
No ha sido doblegada por el bloqueo, ni en periodos especialmente duros económicamente, ni en tiempo de cantos de sirenas. Ha tenido más luces que sombras, y seguirá teniendo aciertos y errores. Es lo que tienen las revoluciones que han hecho, hacen y harán las mujeres y los hombres.
Pero ésta sigue siendo el milagro de los ateos. La fe de los insumisos de la metrópoli o del campo, en el tiempo de las cerezas. Una piedra en el zapato del Chicago Boys.
Cuba va. Por eso le cantamos.