El secreto de Miss Mundo

Miss Mundo pretende coger un vuelo, pero se queda atrapada en el detector de metales de un aeropuerto. El Vigilante del detector tiene órdenes de no dejar pasar a nadie que `pite´ hasta que no se determine la causa del pitido.

Miss Mundo pretende coger un vuelo para ir a no nos importa dónde, pero se queda atrapada en el detector de metales de un aeropuerto. El Vigilante del detector tiene órdenes de no dejar pasar a nadie que `pite´ hasta que no se determine la causa del pitido. Miss Mundo se va despojando de sus objetos metálicos hasta que no le queda nada. El detector sigue pitando. Tan misterioso acontecimiento obliga al Vigilante a hacerle un escáner a Miss Mundo para determinar la causa de su involuntaria metalicidad. Los resultados son determinantes: Miss Mundo es un Robot.

Ante tamaña sorpresa, Miss Mundo pretende convencer al Vigilante de que es completamente imposible que ella sea un robot y que, en caso de que lo fuera, ella no tenía ni idea, lo cual la eximiría de cualquier responsabilidad. El Vigilante aporta datos sobre otras personas que, habiendo nacido humanos, se convierten en robots por causas ajenas a su voluntad. Las teorías que se barajan alrededor de semejante fenómeno son muchas pero ninguna concluyente, por lo que la perspectiva de una cura está aún muy lejana.

El Vigilante informa a Miss Mundo de que la normativa internacional no permite viajar a Robots pero tampoco les permiten salir del aeropuerto ya que se los considera mercancía. El trámite a seguir sería pasar por aduanas y guardarla en consigna hasta que su dueño o una persona autorizada la reclamara. Escandalizada, Miss Mundo se defiende argumentando que ella es dueña de sí misma desde siempre y que tiene perfecto derecho a reclamarse en aduanas puesto que no nació siendo robot.

La única manera de permitir que Miss Mundo viajara sería desmontándola por piezas y volviéndola a montar en el lugar de destino. El problema surge ahora porque Miss Mundo no tiene libro de instrucciones sobre sí misma y no sabe cómo se la desmonta y, mucho menos, cómo se la debería ensamblar una vez llegadas las piezas a su destino.

Después de mucho calibrar Miss Mundo se ofrece a que el Vigilante la desmonte con la condición de que elabore un manual de instrucciones con el objeto de que ella pueda ser ensamblada de nuevo cuando aterrice. El Vigilante acepta la propuesta de Miss Mundo y la va desmontando al tiempo que apunta en un croquis la manera de volver a montarla.

Miss Mundo se da cuenta mientras la desmonta de que tiene la oportunidad de que la monten de otra manera. Quizá mejor. Más cerca del ideal que tiene de sí misma. Miss Mundo, como si hubiera tenido una revelación, le pide al Vigilante que le permita a ella redactar el manual de instrucciones para que, cuando llegue a su destino, la ensamblen de manera diferente a como la han desmontado. El Vigilante accede. Miss Mundo redacta su propio manual de instrucciones con la esperanza de dejar de ser lo que es, para ser ella misma y comenzar de nuevo en otro lugar. Cuando termina de dictar su manual de instrucciones la mete en diferentes paquetes y la factura con el resto de su equipaje.

El Vigilante desaparece caminando con evidentes movimientos robóticos ante la impasible mirada de la Azafata que, sin decir una palabra, ha contemplado toda la esperpéntica situación.