La fragilidad del cielo

El farol que Odell trae en su mano alumbra apenas un lugar caótico donde el olor a encierro es asfixiante; la habitación que su hermano Bruno ha habitado los últimos años, mientras una enfermedad congénita lo esta dejando ciego. Odell no llega sola, detrás de ella, Ilse la sigue, dejándose llevar por los fríos pasillos de la mansión Natch. Ilse, una nueva asistente, impasiva, con total ausencia de apego en su voz.  

Ilse llega a romper el pequeño mundo que Odell ha construido durante años, La naturaleza animal de él y la espectral femeneidad de ella, se encuentran en medio de la desolación, convirtiéndose, paulatinamente, en un deseo irrefrenable que los confronta y los deja al desnudo; batallando contra la fuerza de un deseo cargado de erotismo que los arrastra.  

Odell resiste ante la inminente destrucción de su castillo de arena, y lo intentará todo, dará lo que su alma tiene para dar, o lo único que le queda, o lo último que le queda.  Ninguno de los tres imagina que la noche que Odell entra en la habitación de Bruno seguida por Ilse, iniciarán el camino hacia el amor, la expiación y la muerte.