LEVE

L.E.V.E. parte de la idea de ligereza para indagar en aquello inconsistente, fugaz y provisional en relación con nuestro cuerpo y nuestras interacciones.

La coreógrafa se pregunta por el papel del cuerpo, de la danza y de la coreografía en los tiempos de la provisionalidad y del culto a aquello efímero, en los tiempos de la inmediatez y la disponibilidad que idolatran la novedad, la seducción de las apariencias y el consumo del que es rápido, disponible y fácilmente intercambiable.

La pieza se presenta en tres partes muy diferentes entre sí, casi contradictorias. En la primera parte, el cuerpo aparece como si estuviera obligado a exhibirse. El ritmo y la puesta en escena lo empujan a mostrarse, llevando al límite su expresión. La respuesta a este extremo es una segunda parte que nos eleva hasta terrenos alucinógenos. Cómo si se hubiera tomado un ansiolítico, el cuerpo se desvanece en investigación de la anhelada ligereza. Guiados por un pseudo profeta new age, esta segunda parte es un homenaje psicotrópico al acto blanco de los ballets clásicos, un acto cargado de seres fantásticos que nos invitan a olvidar los problemas del día a día.

Al acabar, la tercera parte se presenta de nuevo como oposición a todo el que hemos visto hasta ahora; el cuerpo vuelve a pesar, a sudar y a cansarse. Desaparece la fantasía y se evidencia el artificio con un estallido de realidad. Las tres partes forman el triángulo de L.E.V.E., una pieza sobre la ligereza y las tensiones que provoca el inevitable peso de nuestro cuerpo.