Pink Unicorns

Pink Unicorns, dirigida en colaboración con el coreógrafo afincado en Alemania Samir Akika, pone encima del escenario a Alexis Fernández y a su hijo adolescente. Todo un desafío.

Para los que nacimos en la segunda mitad del siglo pasado, relacionarnos con la generación posmilenio, la generación de los jóvenes nacidos en plena efervescencia tecnológica, no es tarea fácil. El desafío de relacionarse con un hijo adolescente se repite generación tras generación como una de las grandes pruebas de nuestra particular carrera de obstáculos como padres y madres.

Imaginarnos a nosotros mismos saltando de hamburguesa en hamburguesa en la mítica prueba de Humor amarillo (el programa de televisión de origen chino que repitieron sin tregua en Televisión Española) podría ser un buena forma de representar la pericia de los que tenemos semejante empresa por delante. Del mismo modo, el enorme ejercicio de traducción que los adolescentes de hoy hacen para explicar, a los que nacimos en la generación del walkman, las lógicas de las interacciones sociales en los ecosistemas virtuales, también merece un premio.

Bromas aparte, la pericia seguramente sea muy similar a la de nuestras madres con nosotros, a la de nuestros abuelos con ellas. No deja de ser el ejercicio de transmisión intergeneracional que llevamos viviendo desde el principio de los tiempos, que no es tarea fácil pero tampoco imposible.

Aunque ninguno de nosotros viene de familia de artistas, la nuestra sí que es una familia en la que la práctica artística es protagonista. Antes que coreógrafos, productoras o profesoras de danza, somos bailarines. Intentamos dialogar con el mundo a través del cuerpo. Encontramos en este lenguaje las palabras adecuadas para nombrar aquello que todavía no sabemos contarnos con palabras ciertas. Nuestra experiencia atravesando distintos procesos de creación nos hace tener una confianza ciega en lo revelador de la práctica artística, nos dice que el reto de la página en blanco, del escenario vacío al que te enfrentas el primer día de un proceso de creación, es una excusa magnífica para conversar con uno mismo.

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