Restaurante Syrah

En fin, compañeros, atrapé ese ágape en el restaurante Syrah

Decidimos desde el principio no pedir el Menú degustación (una pena, prometía ser excelente, 45€) por no comer ni beber demasiado, y luego volver a la oficina con esa escandalosa mezcla de empacho-etílico que no te deja pensar en nada más que una “siesta a la española”.

Compartimos los primeros y los segundos, que se ofrecieron a dividirlos en cocina, lo cual nos sitúa de nuevo en un menú degustación… ¡Qué vamos a hacerle! (Operación Bikini–Prueba no Superada)

Para beber, una copa de cava L’ Origán Rosado, qué glamour… tanto que terminó acompañándonos el resto de la comida, (¿para qué cambiar? Es perfecto). Y puedo decir que uno de los puntos fuertes del Syrah es la carta de vinos. Maravillosa.

Sorprendentes los aperitivos, una estudiada muestra de tecnología de cocina actual.
Una sferificación de berberecho -fresquísimo-; original filete de sardina a la brasa rebozada en pan tostado y olivas negras; rulo de calamar, butifarra negra, panceta y puré de garbanzos, y la locura: frío y caliente de berenjena a la brasa, un espectáculo por su puesta en escena, servido con nitrógeno líquido, creando una expectante humareda desde la cocina a mi mesa. En mi opinión, el mejor de todos…

Los entrantes: Ensalada de Presa Ibérica escabechada terriblemente jugosa, después el plato estrella: Ravioli de Foie con espuma de trufa (…) no tengo palabras, aunque para mí, que me pierden las gambas, el protagonista fue el Suquet al minuto de Gambots con Damero vegetal. Era increíble, y lo digo porqué mientras me lo comía, no me lo podía creer.

El plato fuerte sin duda fue el Filete de ternera lechal con patatas rellenas de aceite de albahaca, cocinado en una parrilla Fakircook.

Para los amantes del dulce, no os perdáis el Brioix de “Guiness”, helado de cerezas y chocolate blanco, dulce, amargo y untuoso. Cafés y petit-fours, deliciosos.

Creerme, las raciones no eran pequeñas, pero llegué a la oficina como si no hubiera comido ni la mitad, y es que la tecnología de la cocina hoy día nos brinda estos sagrados equilibrios.

Qué más se puede pedir… sólo una cosa: ¡volver!

Restaurante Syrah

En fin, compañeros, atrapé ese ágape en el restaurante Syrah

Decidimos desde el principio no pedir el Menú degustación (una pena, prometía ser excelente, 45€) por no comer ni beber demasiado, y luego volver a la oficina con esa escandalosa mezcla de empacho-etílico que no te deja pensar en nada más que una “siesta a la española”.

Compartimos los primeros y los segundos, que se ofrecieron a dividirlos en cocina, lo cual nos sitúa de nuevo en un menú degustación… ¡Qué vamos a hacerle! (Operación Bikini–Prueba no Superada)

Para beber, una copa de cava L’ Origán Rosado, qué glamour… tanto que terminó acompañándonos el resto de la comida, (¿para qué cambiar? Es perfecto). Y puedo decir que uno de los puntos fuertes del Syrah es la carta de vinos. Maravillosa.

Sorprendentes los aperitivos, una estudiada muestra de tecnología de cocina actual.
Una sferificación de berberecho -fresquísimo-; original filete de sardina a la brasa rebozada en pan tostado y olivas negras; rulo de calamar, butifarra negra, panceta y puré de garbanzos, y la locura: frío y caliente de berenjena a la brasa, un espectáculo por su puesta en escena, servido con nitrógeno líquido, creando una expectante humareda desde la cocina a mi mesa. En mi opinión, el mejor de todos…

Los entrantes: Ensalada de Presa Ibérica escabechada terriblemente jugosa, después el plato estrella: Ravioli de Foie con espuma de trufa (…) no tengo palabras, aunque para mí, que me pierden las gambas, el protagonista fue el Suquet al minuto de Gambots con Damero vegetal. Era increíble, y lo digo porqué mientras me lo comía, no me lo podía creer.

El plato fuerte sin duda fue el Filete de ternera lechal con patatas rellenas de aceite de albahaca, cocinado en una parrilla Fakircook.

Para los amantes del dulce, no os perdáis el Brioix de “Guiness”, helado de cerezas y chocolate blanco, dulce, amargo y untuoso. Cafés y petit-fours, deliciosos.

Creerme, las raciones no eran pequeñas, pero llegué a la oficina como si no hubiera comido ni la mitad, y es que la tecnología de la cocina hoy día nos brinda estos sagrados equilibrios.

Qué más se puede pedir… sólo una cosa: ¡volver!