Montpellier nunca fue la ciudad más poblada, ni la más grande, ni la más importante de Francia. Se aprovechó de esta condición para iniciar su propia revolución, una sigilosa, llena de conocimientos y arte, de arquitectura y gastronomía. Y así, sin planearlo, esta ciudad al sur de Francia se reveló al mundo como la perfecta combinación de pasado y futuro.

Su corazón es un escudo de callejuelas estrechas y edificios de piedra que forman l’Écusson, un despliegue de catedrales, iglesias y cultura que vibra desde la Place Royale du Peyrou hasta la Place de la Comédie. Por el camino, siempre hay tiempo para perderse en sus mercados de antigüedades o bistrôts donde degustar un aligot, o la versión más gloriosa del puré de patatas con queso. 

Frente a su Facultad de Medicina, comprendes por qué Montpellier es una ciudad universitaria, mientras que el Antígone, el barrio que dejaron crear desde 0 a Ricardo Bofill, confirma lo que ocurre cuando la arquitectura griega hace el amor con la modernidad.

¡Arte! En todas sus formas y colores, desde los murales de street art  que flanquean el río Verdanson, hasta las galerías de arte que se apoderan de iglesias como Carré St. Anne o el Museo Fabre. El arte al aire libre o el más íntimo, el que incluso salta a los vagones de los tranvías que serpentean como pueden entre los secretos de la ciudad. El que borbotea entre los asistentes del Marché du Lez, donde hipsters, barbas imposibles y espacios de coworking revelan que Montpellier va siempre por el buen camino y, a veces, se desvía hacia el mar. 

Los bach lovers disfrutaréis del encanto de las playas de Montpellier, situadas a 10 km del centro. Villeneuve-lès Maguelone, o las ensenadas del petit y el gran travers invitan a un paseo relajado o la práctica de deportes acuáticos en un entorno único. 

Solo entonces nos percatamos que Montpellier tiene corazón medieval y alma hipster pero, también, piel de salitre.

mm
Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.