Cuando Lucas echó a volar sus regalos de despedida, sujetos a cientos de globos, nunca supo quién los recogería.

No importa, en realidad.

Fue como arrojar un mensaje en una botella. Podría recibirlo cualquiera, y cualquiera sería la persona perfecta.

Ahora imagina que un día vuelves a esa playa, y un brillo en la orilla llama tu atención. Al acercarte, encuentras la botella que tú mismo lanzaste. Te han respondido.

Mágico, ¿verdad? A Lucas le ocurrió algo parecido cuando leyó este comentario en YouTube:

O éste otro, en Facebook:

O cuando Mireia le envió esta foto, explicando que tropezó con un globo que fue a parar hasta Santa Coloma:

Hoy en día, gracias a internet, que un desconocido consiga hacer llegar un mensaje a otro desconocido es más sencillo que todo eso.

Pero no deja de ser emocionante.

Muchos otros habrán recogido los cientos de globos. Tal vez algunos de ellos no hayan visto el vídeo “Adéu Barcelona!”, o no encontraron la manera de contactar con Lucas.

No importa, en realidad.

Cuando Lucas echó a volar sus regalos de despedida, sujetos a cientos de globos, nunca supo quién los recogería.

No importa, en realidad.

Fue como arrojar un mensaje en una botella. Podría recibirlo cualquiera, y cualquiera sería la persona perfecta.

Ahora imagina que un día vuelves a esa playa, y un brillo en la orilla llama tu atención. Al acercarte, encuentras la botella que tú mismo lanzaste. Te han respondido.

Mágico, ¿verdad? A Lucas le ocurrió algo parecido cuando leyó este comentario en YouTube:

O éste otro, en Facebook:

O cuando Mireia le envió esta foto, explicando que tropezó con un globo que fue a parar hasta Santa Coloma:

Hoy en día, gracias a internet, que un desconocido consiga hacer llegar un mensaje a otro desconocido es más sencillo que todo eso.

Pero no deja de ser emocionante.

Muchos otros habrán recogido los cientos de globos. Tal vez algunos de ellos no hayan visto el vídeo “Adéu Barcelona!”, o no encontraron la manera de contactar con Lucas.

No importa, en realidad.