Las últimas calles de piedra tienen ventanas llenas de maceteros y el entramado a veces se convierte en laberinto. Al abandonar Jaca y sin noticias del peregrino chino, Adela se dirige a Navarra en caballo, otra forma de recorrer el Camino de Santiago. Le acompaña uno de los chicos del equipo, hasta que ella se ve confiada.

A lomos de Lekys, como se llama su caballo, avanza por el camino principal que conduce al bosque de quejigos hasta alcanzar Santa Cilia. Los halcones y cernícalos le dan la bienvenida mientras atraviesa el Puente de la Reina, sintiendo que nunca abandonó el siglo XVI, y llega a Arrés, un pueblecito medieval ideal para pernoctar. Al día siguiente desayuna leche, pero los cereales están en los campos que envuelven la Venta de Mianos, con sus casitas blancas en contraste con las montañas. En el pueblo de Artieda, los tejados rojizos se inclinan ante la majestuosa iglesia de San Martín, y al llegar a Ruesta pregunta si el equipo de Juego de tronos vino aquí a rodar alguna temporada. Esas torres lucirían genial en Invernalia. 

Santa Cilia
Santa Cilia

Ahora el camino es algo más empedrado, incluso por primera vez se siente algo cansada, pero sonríe. Las tierras aragonesas ya son historia y por fin está en el antiguo reino de Navarra. Santiago parece algo más cerca y ella más fuerte. Al llegar al fin del recodo, descubre a Candanchú, el peregrino, y ella sonríe. Vuelve a mirar atrás. Le parece que desde que comenzó el camino lleva toda una vida siendo otra persona. Comprueba una vez más su rastro. La sombra ya no está.

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Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.