Por delante aguardan 54,9 km, la distancia que separa Oloro-Sainte-Marie, en Francia, de Somport, el primer destino español del Camino de Santiago. Hoy, Adela ha decidido alquilar una bicicleta para deslizarse por las veredas. Recuerda que los primeros días tras el confinamiento comenzó a moverse en bici por Madrid y fue un soplo de aire fresco para ella, le hacía sentirse viva, libre. 

Alquilar una bici para realizar esta segunda etapa de su Camino de Santiago resulta todo un descubrimiento. Siente que puede admirar la ruta desde otra dimensión, discurriendo entre los pinos y los caminos de tierra que descubren a los campesinos cortando sus troncos mientras a lo lejos suena el cauce de un río. El camino a Oloron-Sainte-Marie evoca el más puro encanto del Camino de Arlés, salvo que ahora no hay lobos ni bandidos. Al llegar al pueblo, descubre esta bella capital del Alto Béarn custodiada por un desfiladero, tan íntimo como sus pensamientos. De hecho, en algún momento ha soltado las manos del manillar y se ha permitido bajar cuesta abajo sin necesidad de preocuparse. La vida era esto y acaba de darse cuenta.

La sombra continúa a lo lejos, la sigue, pero ella cada vez siente menos miedo, le ha tomado ventaja al llegar al final de la cuesta. Ha encontrado un aluvión de luz entre los centros agrícolas de Bedous y Borce-Etsaut, donde penetra entre casitas de cuento y bosques en los que Disney podría inspirarse para su próxima película. Aquí hay frescura y calma, las últimas granjas se desvanecen y la escala aguarda, es el precio a pagar por cruzar los Pirineos. Siente los pies en la tierra, pero su corazón está en otro territorio y el alma necesita un plato de migas para reconfortarse. En algún momento, piensa en lo que le gustaría estar compartiendo otro plato con su abuela, la que hace un año le dijo que viajara sola. Que lo hiciera, al menos, por ella.

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Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.