Fuerteventura siempre ha sido conocida como la playa de Canarias por algoY es que la calidez de sus costas durante las cuatro estaciones siempre ha sido el estado natural de esta isla mágica. Solo necesitas un fin de semana largo o un buen puente para saltar al paraíso y comprobarlo esta primavera. 

Todos los caminos de Fuerteventura comienzan en Puerto del Rosario, capital donde descubrir la Casa Museo de Unamuno, poeta exiliado en la isla durante el siglo XIX y gran embajador de esa magia majorera que alcanzó la península a través de sus letras. Si además, haces una parada en restaurantes como El Cangrejo Colorao, descubrirás delicias como sus croquetas de sobrasada con plátano. Súbete, que nos esperan las Dunas de Corralejo, donde los corralitos – construcciones de piedra para resguardarse del sol – tienen algo de nostalgia, de poético. Alguien ha colgado el bañador en la tabla de surf mientras se baña a solas en las inmensas playas de Corralejo, meca de los vientos offshore, las casas encaladas y los barraquitos – ese café con canela, limón y otros muchos ingredientes que deja al carajillo a la altura del betún -. En el horizonte se dibuja la Isla de Lobos, ideal para una mañana entre calas solitarias; o seguir recorriendo el norte y detenerse en Majanicho, donde alguien decide colgar las jareas recién pescadas en lugar de ropa tendida. Tan solo una excusa para degustar la rica gastronomía marinera de la isla a base de platos de calamares o lapas, además de ricos pescados como el cherne, la corvina o la lubina, entre otros.  El Cotillo invita a sumergirse en playas de leyenda y, si desciendes, en La Oliva encontrarás cientos de aloes apuntando a tantos volcanes.

Los conos susurran, un hombre busca trufas en las montañas y los aromas del mejor guiso de cabra te llevan a Betancuria. La capital original de Fuerteventura evoca un laberinto de calles blancas, jardines de cactus y burros perdidos entre viejos conventos que giran en torno a la iglesia principal. Todo es árido, secuencia volcánica, la luna de repente y, cuando menos lo esperas, un espejismo en forma de palmeras que tapizan el sur de Fuerteventura te dan la bienvenida a la Península de Jandía. Y lo mejor: solo llevamos dos días y aún queda puente suficiente para zambullirnos en playas de ensueño.

Por ejemplo, en la Playa de Sotavento, con sus enormes charcas salpicadas de los colores del kitesurf y los restaurantes donde sentarse a tomar un buen queso majorero, unas papitas con mojo, rico sancocho, o el gofio, esa oda a los aborígenes canarios en forma de harina de trigo tostada con una pizca de sal.

Miras hacía el oeste, alguien te había hablado de ese lugar. Fuerteventura siempre se reserva los mejores secretos hasta el final, despliega un sendero de tierra, te invita a sentir que pierdes la noción del tiempo al borde de una acantilado y, allí, cuando menos lo esperabas, descubres el milagro.

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La playa de Cofete ha sido nombrada en más de una ocasión como una de las mejores del mundo. A la vista está el por qué: un arenal de más de 12 km de extensión donde las crestas del Parque Natural de Jandía ejercen de perfectos vigías. SSSh! El océano te espera y nunca fue tan tuyo. Te sientes alejado del mundo y aún falta mucho para el 40 de mayo pero ahí reside el encanto de Fuerteventura: su capacidad para hacer florecer en tu interior un verano eterno en cualquier momento del año.

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Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.