En la cocina de mi abuela flotaba un dicho que decía: “en el norte se asa, en el centro se cuece, y en el sur se fríe”. Muchos lugares de España son conocidos por una gastronomía típica, pero cuando hablamos de Madrid, todos los caminos foodies conducen a la capital. Madrid se confirma estos días no solo como una gigantesca Torre de Babel donde saborear cualquier plato, sino también como un escenario con identidad propia. La Comunidad de Madrid abandera una gastronomía nutrida de miel, guisos y bocadillos de calamares como insignia de una ciudad que se asoma a todas las orillas y cocinas. 

Madrid cuenta con una Denominación de Origen Vinos de Madrid, Denominación de Calidad Aceitunas de Campo Real, indicación protegida Carne de la Sierra de Guadarrama, un Comité de Agricultura Ecológica y una Denominación Geográfica Anís de Chinchón, además de otros once productos típicos en la comunidad. Un abanico de sabores y aromas que podemos descubrir a través de diferentes rutas gastronómicas. 

El oso del madroño no podía estar equivocado y las abejas zumban al norte de la comunidad. Esta tierra rica en romero, jara y cantueso macera una miel única. Y allí, al fondo, las cabañas ganaderas siguen ofreciendo carnes excelentes de ternera, añojo y cebón. Ovejas bajo los castaños y una leche entera que nos devuelve a un hogar perdido en la memoria. 

Por su parte, el sur explota en un color verdepardo intenso, el de las aceitunas de Campo Real que también producen un aceite de oliva virgen único. Productos sanos y de larga conservación que podemos degustar en municipios como Villaconejos y Morata de Tajuña, pueblo famoso por las mejores palmeras de chocolate que este servidor ha probado. La fresa de Aranjuez promete una primavera eterna, pero añade  espárragos, melones de Villaconejos y el anís de Chinchón.

Chinchón
Chinchón

Por último, no nos olvidamos de los vinos. Los caprichos de la naturaleza permiten el cultivo de excelentes uvas de Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot y Garnacha en bodegas llenas de historias, de personas que leen las nubes y la llegada de las lluvias. 

De norte a sur, con una parada en Madrid para saborear todos estos manjares. La capital está llena de clásicos irresistibles en los que profundizar: un bocadillo de calamares de camino al Thyssen, un chupito de madroño en La Latina y las mejores tortillas de patatas. Guisos de Senegal en la Plaza Manila, exotismos chic en Papúa, pasta humeante en un queso pecorino, palmeras y luces de explorador en Botania, o rooftops donde el cocktail es lo de menos. 

En Madrid no existe un abecé de lugares. La ciudad te lleva de la mano y siempre hay un rincón esperando. Hay un cocido en una tasca de La Latina, manolitos de chocolate que aguardan largas colas, la mejor carne de un asador argentino, lotos floreciendo en un restaurante hindú y pizzas llegadas del corazón de Roma. Y es que este año, todos los caminos llevan a Madrid.

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Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.