Hace un año por estas fechas, mi familia y yo decidimos aventurarnos a reservar una experiencia totalmente nueva: un crucero por el Mar Mediterráneo. A lo loco. Dicho y hecho, ese mismo verano nos fuimos por primera vez de crucero. Algunos estaban realmente emocionados, y lo entiendo: por definición, la idea de un crucero es fantástica, tiene de todo para pasárselo en grande en el mismo medio de transporte. Es como que te ahorras el traslado, vas haciendo paradas y conociendo los destinos sin preocuparte por dónde guardas las maletas en cada punto. Te llevas una mini mochila, unas gafas de sol y una botella de agua y vas de lujo todo el día. Después vuelves al barco, descansas, comes, duermes y cuando te levantas ya estás en el siguiente destino para hacer el turista, o lo que quieras, de nuevo. 

Interior de un crucero

Sin embargo, yo estaba un poco nerviosa, la parte bonita de los cruceros me la sabía, pero poco se habla de los mareos a bordo o de qué pasa si el mar está agitado… ¿Ese trasto aguanta una tempestad? ¿Y qué pasa con los icebergs? Mi hermana se reía de mis preocupaciones, fruto de una infancia marcada por la tragedia de Leo y Kate en el Titanic, pero en esos momentos previos a zarpar a mí todo me parecía muy lógico. Después me di cuenta de que, realmente era para reírse, pero no adelantemos acontecimientos.

interior de un restaurante en un crucero

La mañana en que subimos a bordo, íbamos cargados hasta arriba, como si estuviéramos de mudanza. Al llegar a puerto te encuentras entre una multitud de personas de diferentes nacionalidades, escuchando más idiomas que en una academia. Entre esto, la magnitud del barco y la cantidad de actividades disponibles, puedes llegar a sentirte abrumado, pero la tontería me duró dos segundos, porque en seguida me me di cuenta de que estaba en el paraíso del ocio. Antes de que acabara el primer día ya había jugado a bolos, hecho una clase de aquagym, tomado el sol y disfrutado de música en directo al atardecer y barra libre. Todo esto teniendo a mi familia controlada de reojo, sabiendo que perderse, no se iban a perder.

Habitaciones de dormitorio de un crucero

Y vamos a lo que importa: nuestro primer destino fue Ibiza, donde pudimos disfrutar de playas tranquilas y un casco antiguo encantador. Al ser nuestra primera parada teníamos energías para recorrer la isla de punta a punta. Por cierto, si quieres alquilar un coche o actividades en destino, hazlo con antelación, ya que desde el crucero no lo vas a poder hacer. Suerte que pudimos verlo todo (más o menos), porque yo soy de las que si no veo todo lo que había planeado, necesito volver, porque siento que me han quedado cosas pendientes. También es verdad que con el tiempo me he ido relajando en este sentido, porque no se puede ser una ansias toda la vida. 

crucero hasta ibiza
Cala d'hort, Ibiza

Segunda parada: Cerdeña, una isla con una belleza natural impresionante. Seguramente es lo más cerca que he estado en el paraíso, con esas playas de arena blanca y aguas cristalinas. Solo os digo que estuve mirando pisos para ir planificando mi jubilación en Cerdeña.  

Seguimos hasta Civitavecchia, el puerto de Roma. Allí pasamos el día visitando monumentos históricos como el Coliseo o la Fontana di Trevi. Y lo que no son monumentos. No visitaba Roma des del viaje en 4rto de la ESO con el colegio. ¡Qué recuerdos! Fue como viajar al pasado pero disfrutando de todo con mucha más consciencia. Qué maravilla es todo en Roma ¿me subí a un crucero o a una máquina del tiempo?

Crucero hasta roma, crucero por el mediterraneo
Fontana di Trevi, Roma

Y la última parada antes de volver a Barcelona fue Cannes, famosa por su festival de cine y su glamour. Paseamos por La Croisette y como en mi familia somos de dar la nota allá donde vamos,  nos hicimos pasar por estrellas de cine caminando por la alfombra roja. Si nos viste y disimulaste, no te juzgo, yo hubiera hecho lo mismo.

crucero parado en cannes, francia

Finalmente, volvimos a Barcelona y despertamos del sueño en el que habíamos estado navegando durante una semana. Sé que este viaje no lo olvidaré jamás. ¡Mi primer crucero! Además, fue un plan totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados. Creo que al menos una vez en la vida hay que probarlo, (aunque lo de UNA vez va a ser difícil, porque después te gusta y repites). Así que a pesar de mis miedos iniciales, hoy puedo afirmar que este crucero resultó ser una de las mejores experiencias de mi vida. Y lo más importante, aprendí que a veces, necesitamos enfrentarnos a nuestros miedos para poder vivir las mejores aventuras. 

 

mm
He pillado en tardarlo